La polilla no tiene la belleza de la mariposa.
Sin embargo, la vida le ha hecho más fuerte.

TQQ


Te quiero. Sin pensarlo, sin medida, sin cordura. A todas horas, cuando te enojas, incluso cuando no estás. Te quiero. Sin preguntas, sin lógica, sin cuidado. Te quiero. Tan simple como escribirlo, tan complicado como nosotros.
Erika Boté

Las cosas que no pude responder


¿Por qué si aún sientes lo de antes tus ojos me dicen "ya no me haces falta"?
¿Por qué si siento lo de siempre no me atrevo a decirte "quédate"?
¿Por qué será que la felicidad ya nunca nos devuelve la llamada?

Creo que llamaré a esta canción "las cosas que no pude responder".

Marwan.

Volaron


Aparición estelar. Amistad tan profunda que te suben al escenario y te piden que cantes con ellos la canción. Sí, la vuestra. Tú, que sólo cantas en la ducha, te animas y les dices que sí. Pero llega el momento, y mientras los backliners afinan cuerdas y colocan cables de forma que nadie tropiece, te quedas en blanco: "he olvidado la letra de la canción". Y ellos asienten y sonríen; con su acento de Loja te dicen: "tranquila, tarde o temprano tenía que pasar".

Al despertar te das cuenta de que los versos de aquella canción de amor ideal ya no te hacen daño y comienzas el día escuchándola, sin ponerle cara, sin recordar un paso de baile ensayado, sin tener que apartar la cara para que no vean que estás llorando.

¿Cuánto dura el duelo tras una ruptura amorosa? Lo que tardan en huir luciérnagas y mariposas.

Amar y querer

Up and down


El día en el que me fijé en su mirada, me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no la miraba de verdad. Continuamente hablábamos, frente a frente, separados por una mesa y dos copas de vino. O hacíamos el amor bajo la premura de la noche, volviendo la cara como dos desconocidos que se muerden pero no se besan.

La descubrí sonriendo sin yo contarle un chiste, queriendo disimular la curvatura de sus labios, entonces observé sus ojos refulgiendo. Hacía meses que éstos no lucían alegres, como si yo le hubiera transmitido todo el peso de la rutina. Fingía, supongo, reír con mis tonterías. Pero cuando creía que yo no la miraba, volvía a parecer una muñeca de porcelana con aire melancólico.

Y, de repente, la volví a conocer. Fue poco antes de darme cuenta de que la había perdido. Volvió a ser la chiquilla distraída del principio, aquella que me enamoró con sus faldas de vuelo y sus leotardos de fantasía. El manto oscuro que le había traspasado, sin darme cuenta y sin yo quererlo, desapareció un mes antes de decirme adiós. No me opuse a su partida, pues sabía que la había oprimido tanto que ella, conmigo, había dejado de ser ella para convertirse en mí. Nunca supe si se había vuelto a enamorar. Lo intuí porque esa mirada sólo la había visto antes, al principio, cuando ella me miraba.

El sabio que nada sabía


Garabatos casi ilegibles en su cuaderno de hojas cuadriculadas. La letra, como él, volcada siempre hacia un lado. El sabio que nada sabía seguía apuntando. Inventaba teorías acerca de historias que había oído de niño; sin entenderlas se fueron clavando en su subconsciente hasta hacerse fuertes, girar, cambiar y unirse con argumentos y voces de otros cuentos. Nada conocía porque nada quería conocer: "nada es más valioso que mis teorías", decía mostrando con su dedo anguloso una palabra escrita en rojo y subrayada en un color fosforescente que hacía entrecerrar los ojos a aquel que le escuchaba.

El sabio que nada sabía era un necio. Su ego inteligente fue creciendo a medida que los voceros coreaban una y otra vez "eres la persona más lista que conocemos, instrúyenos". Pero lejos de la selva de datos que crecía en su cabeza nada conocía: bien podía rellenar hojas y hojas de su libreta con esquemas, hipótesis y conjeturas. Pero, cuando alguno de los campesinos iba a solicitar su ayuda para traer a un niño al mundo o para conquistar a una bella joven de su aldea, nada podía hacer. Se encogía de hombros y revisaba, atento, las líneas de tinta. Tras una lectura minuciosa, exponía todas las corrientes filosóficas que hablaban sobre el nacimiento y sus consecuencias morales para los seres humanos, pero jamás encontraba cómo agarrar al no nato (aún) para no romper sus frágiles huesos. Tampoco hablaban Platón, Stenberg o Freud de la dificultad de enamorar a una chica humilde que no entendía de versos.

Cuando empezaron a ignorar sus palabras, el sabio que nada sabía se volvió recalcitrante, más introspectivo y huraño. Paseaba por los pasillos de su morada con las manos cada vez más flacas y purpúreas. El no sabio estaba perdiendo el color humano a medida que se iban inyectando sus oscuras tesis en sus venas. Destilaba tinta y su tintero era el mejor de los manjares.

Lo encontraron enajenado preguntándose a dos voces por qué ya no le querían, si su mente había alcanzado la plenitud del poder psíquico. Encontró la muerte en el regazo de su vieja aya, que no sabía leer, pero le reconfortó el alma con canciones de amor.

Mistakes


¿Y si al no querer repetir errores del pasado
lo único que estoy haciendo es andar en círculos?

¿Y si el miedo no me deja saltar?

Take a picture


Hace días que no me saco una foto.
Será que prefiero mi interior,
recalcitrante y agotador.

Isla


Continuamente ocupas mi pensamiento
y, sin embargo, siento mi albedrío.
Respetas mi libertad sabiendo
que es una isla cuyas orillas
siempre estarán dispuestas a acunarte.
Porque tú también formas parte
de ese oleaje calmo que va y viene,
que se atempera a fuerza de caricias.
"Para que nada nos separe,
que nada nos una", decía Neruda.
Pero tus dedos comienzan a enraizar
en lo más hondo de mi cuerpo,
el cual creía baldío
a estas alturas de la vida.
La fuerza hercúlea de éstas,
lentamente, devuelve mis huesos
a sus primigenias posiciones,
ahuecando, con la mayor de las sensibilidades,
el terreno que ocupará nuestro amor.

Hastío


Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.

Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tictac acompasado
odiosamente golpea.

Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.

Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado...
¡Qué largamente ha llorado
toda la fronda marchita!

Antonio Machado

El poder de la palabra


Tengo tanto miedo a expresar
en voz alta lo que siento que,
cada vez que lo intento, 
mi garganta se quiebra de dolor.
Se desespera mi razón y
entra en conflicto con los deseos del alma.

Una vez, hace ya mucho tiempo,
gritaba sin pudor mis sentimientos,
cuando se me desbordaban.
Pero la vida -puta, cobarde y traicionera-
me jugó tal broma pesada que,
aún hoy, me cuesta creer en las cosas,
mirar a las personas desde la confianza.

Del amor al odio hay un paso...
Un salto al infierno. Y te quedas
en añicos: piel y saliva derramadas,
millones de "te amos" quemándose en la desdicha.

El que ahora te cura las heridas,
lo hace desde la paciencia del que sabe que,
algún día, la valentía volverá a este cuerpo
yermo tuyo que ahora le pertenece.
Fuerzas para amarlo con palabras, escritas y gritadas,
ampliamente susurradas en las noches de ginebra y besos.

Gracias.

Placer


Susurrarte un te quiero mientras duermes.
Acariciarte la espalda y bajar.
Tus manos en mis piernas, subiendo.

Esa sonrisa tonta que nos sale, así, por la cara.
Los brindis, siempre iguales: ¡por nosotros!
Despertar a tu lado de la siesta del domingo.

¿Para qué queremos más,
si la vida nos regala
estos pequeños placeres?

Indieferente


Mi realidad me dio la segunda oportunidad
y conocí a un valiente que me ayudó a pasar de
pequeña de las dudas infinitas, del invierno
al deshielo y los días azules,
convirtiendo un día de mierda
en nuestro baile del viernes.

Minä... te


Minä rakastan sinua

Enamorada



Descubriendo el indie latino.
Mola.

Fire


Quiero ser tu primer vicio.
Que te mueras en mis manos
y renazcas en mi boca.

Quiero verte consumido,
agotado y sediento.
Ser tu caramelo.

Cabalgarte mental e intransigentemente,
sin importar tu aliento,
sólo dejarme llevar por tus ganas.

Y las mías.

La vie en rose


Atesoro esos ratitos como el que colecciona hojas secas, pues la belleza con la que se viste el mundo cuando estoy contigo acuna mi corazón de hueco eterno.

Reminiscencia


Imaginé las risas infantiles, aún inocentes, dejando sus huellas en la arena negra. Las voces seseantes de los cuerpos pecosos, tostados y de sangre mora. Los asentados dictámenes de los hermanos, degustando un vino fino bajo la sombrilla. Las cómplices miradas de las mujeres, complacientes pero con carácter.

Imaginé el tiempo atrás, en el que mis ojos no pudieron disfrutar del blanco satén y los tacones olvidados. Un "sí quiero" y una voz que hoy viaja por el viento.

Todo tiene su razón de ser. Su momento, su tiempo. La vida necesitaba ponerse en calma para que pudiera disfrutar de esta tierra tranquila.

El cielo de tenerte


Onnea



Al otro lado de la cama seguía su aroma,
su presencia, el beso de buenas noches
y su silueta.

Y, aunque su cuerpo no estaba cerca,
sentía su suerte abrazándola.

Un hada, un cisne


"Ella quería volar junto al cisne hasta el mar"

Un hada, un cisne, de Sui Generis.
Mito de Leda.

De invierno



En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
 no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Rubén Darío.

Galleta Corazón Helado




Qué fácil es dejarse arrastrar por las olas. Su quietud te hace imaginar que tu cuerpo se compone de un fluido de sueños que se mece lentamente, en silencio, sin necesidad de palabras. Como el corazón, sé que existes al otro lado. Reconozco que desconozco si alguna vez nuestros caminos volverán a cruzarse. Igual en sueños, dirás. Yo no creo en las casualidades, prefiero tener los pies sobre la tierra. Mirando al mar helado de nuestra desdicha.

¿Recuerdas aquella galleta con forma de dinosaurio que me comí en apenas tres bocados? Antes yo era muy así: casi no sabía apreciar la belleza que ponías frente a mí. Tenía las pupilas tan dilatadas que toda luz que llegase distorsionada sólo era eso: un fogonazo de luz sin sentido. Aunque tú quisieras darle sentido a todo. Y yo seguir viviendo en el desconocimiento.

Todo lo malo pasa. Hasta el amargo adiós se queda en un suspiro del que sólo recordamos el dulce sabor de los recuerdos.

Capaz o incapaz


Dime que me quieres. Dímelo porque yo jamás me atreveré a decírtelo primero. Me daría miedo que pensaras que es un juego. Sálvame, te lo suplico.

Quiéreme si te atreves, Yann Samuell.

Desde mi ventana

El siguiente ejercicio de escritura se titula "El voyeur". Este relato está basado en alguien que conozco... Puedes ser tú, o igual no. Quién sabe. Como es largo, lo voy a ir publicando por entregas, como las novelas de antaño. ¡A leer!



A se va a dormir, se oyen los pasos desnudos sobre el parqué. Ha sido un día agotador. Lo he visto salir a la calle como una decena de veces. Creo que está enamorado: algo en su mirada lo evidencia, como si hubiera despertado de un coma de años, ya no es un animal en hibernación.

A vive justo encima de mi habitación, también de alquiler. Hace tres años que somos vecinos y apenas sé nada de él. Siempre evita mirar a los ojos, yo creo que anda herido. Como yo, es demasiado tímido para sonreír a extraños y cuando nos cruzamos en el rellano cada uno mira en dirección a sus zapatos. Sé que su profesión es muy parecida a la mía; desconozco, no obstante, por qué la eligió. Yo soy una filóloga con alma de escritora que se dedica a corregir borrones de otros. Todas las mañanas, poco antes de las ocho, A coge el ascensor y cierra luego la puerta con sumo cuidado. Yo salgo cuando lo veo traspasar la tienda de Manuela.

Esta mañana, no obstante, la fiebre me ha impedido acudir a mi cita con la coherencia y la cohesión. Mi curiosidad me ha llevado, sin embargo, a hacerme un ovillo en el sillón orejero que hay al lado de la ventana, taza de té y pañuelos en las manos. A eso de las ocho menos diez, escuché el susurro de la puerta de la entrada. Luego lo ví desaparecer calle abajo. Volvió una hora después, cargado de periódicos.

Continuará...

A mi manera

Le blocage

Y, de repente, su cuerpo se paralizó.


Se bloqueó mentalmente y todas las cosas que le
habían gustado dejaron de estar entre sus favoritas.

No podía entenderlo. No quería andar.
Un paso más supondría dolor.

Le entró miedo, tembló, sus manos se agitaban
mientras el gesto de su rostro
decía "no".

Quiero


Quiero ser la única que te haga cosquillas en el cielo de la boca.
Quiero que seas el único que me haga cosquillas, con la boca,
y me lleve al cielo.

El calcetín rojo

El primer ejercicio de escritura se titula El calcetín rojo.

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Recordaba que el día anterior se había desnudado en el salón, así que quitó cojines y movió sillas, pero la prenda no aparecía. Aquello no debía suponer un problema, puesto que tenía calcetines de más tonalidades en casa. Sin embargo, comenzó a llorar, por lo que se encerró en el baño. "El problema no es el maldito calcetín", pensó. Y, en efecto, no lo era. El problema era dejar una prenda suya en aquella casa a la que no volvería. En la habitación de al lado, se escuchó un bostezo. Era demasiado tarde para huir, y además, estaba descalza. Alguien carraspeó al otro lado de la puerta, mientras acercaba su oreja hasta posarla en la fría madera. "Raissa, ¿estás ahí?", le dijo Aluhe, su novio. Su respuesta fue abrir el grifo de la ducha y cobijarse bajo el agua templada.

Tras siete interminables minutos, abrió la puerta. El aroma del café invadía la estancia y, en el salón, un calcetín rojo era mostrado como un tesoro por una mano conocida. "Estaba debajo de mi almohada", dijo el dueño de la extremidad. Raissa recuperó su calcetín y lo acercó a su pecho, como si no quisiera volver a perderlo. "Está bien, Raissa, comportémonos como adultas", se dijo. Se sentó en el extremo opuesto del sofá donde Aluhe apuraba su cigarrillo y lo miró muy seria: no sabía cómo comenzar. Nadie tiene un discurso de despedida preparado para esas ocasiones en las que todo te viene grande.

Raissa habló de momentos tan maravillosos con Aluhe que daban miedo, de que jamás había dicho "te quiero" y que cuando él se lo decía no sabía cómo responder. Igual que muchos hablaban de la incapacidad de enamorarse, ella sentía que jamás podría demostrar todos los sentimientos acumulados. "No es justo, Aluhe, que no te diga que te quiero", dijo, mientras se daba cuenta de que lo había dicho y de que, sin quererlo, había superado otro de sus miedos.

La cama


Había olvidado lo que era tener a alguien en su cama.
Aquella noche no durmió, contemplando su silueta.

Tóxica


El resto de la tarde lo pasaron dando vueltas por el centro comercial. Después de ver aquella película que no les había aportado demasiado, decidieron deambular de la mano en silencio. Quizás fueran almas gemelas pero jamás lo reconocerían. Ambos se definían como cabezotas por naturaleza, seres demasiado tímidos para reconocer que sentían por el otro algo más que un cariño desmesurado. Se despidieron en el andén, como siempre, ni un beso.

No volvieron a verse. Dejaron que les separaran unos kilómetros ridículos. Y el silencio por sentirse heridos los separó. Varios meses después, ella aún seguía pensando en él cuando se metía en la bañera.

Canción 2


Temis temía no estar a la altura de las circunstancias. Eligió con cuidado el vestido y se perfumó para la ocasión. Se cosió de forma apresurada el corazón medio roto y se sentó en la cama a respirar. Lo tenía todo a su favor: compartían canciones y gustos cinéfilos. Pero los nervios no dejaban de afligirla y por su mente pasaban escenas de comedias que acababan mal.

Había aprendido que la mejor manera para llegar al corazón de alguien era siendo ella misma. Pero eso implicaba mostrar aquel lado oscuro que nadie podía conocer.

Dudó un momento pero, al final, acabó deshaciéndose del vestido. Su piel hablaría mejor que su garganta.

Losing my religion



But that was just a dream.

A susurros

A veces leo como susurrando para darle más intimidad a lo que escribo. Sé que no hace falta, porque esto no lo lee ni Dios.


Pero aquí me tienes, leyendo y susurrando. Sé que podría escribir mis mayores secretos, aquello que no me atrevo a confesar, las perversiones más truculentas que se me han pasado por la cabeza. Pero, para qué engañarnos, ¿a quién carajo le iban a importar esas chorradas? Hubo un tiempo en el que este blog gozaba de tanto éxito que hasta salía en las noticias, pero hoy ha quedado como en un rincón olvidado, esperando que a mí se me ocurra volver a él para escribir cuando no tengo más escapatoria.

Hogueras

Iba a empezar este post con la famosa frase de Francisco Umbral: «Yo he venido a hablar de mi libro», porque eso es básicamente lo que voy a hacer. Pero luego me he dado cuenta de que mi blog está tan perdidamente lleno de mí que me convierto por momentos en la mayor de las ególatras. Yo, me, mí. Conmigo.


Mi libro inconcluso soy yo. Lo que os muestro son algunas páginas con borrones pero sin censura. Por ejemplo, hace un rato me he puesto a pensar en que todo lo malo se pega. En todas esas costumbres que antes no tenía y ahora sí. La huella del tiempo y de las personas con las que nos cruzamos en algún momento de nuestra vida. Yo antes dormía con la persiana hasta abajo. Y aunque la oscuridad llegó para unas cosas, la persiana había que dejarla bien subida, que entrara la luz de las farolas. Yo antes escribía a lo loco, hasta que descubrí los beneficios del Bloc de notas. Yo antes decía cotillear. Hasta que el vocablo 'churretear' llegó a mi vida. Lo mismo ha sucedido con la expresión 'el ojete torcido', que significa que te has quedado con una sensación rara... Más o menos eso. Tampoco estoy tan segura.

Este post es totalmente atípico. Sé que te has dado cuenta, pero, aunque sea raro como un nabo azul, sigue siendo para ti. Como todo. Tú también formarás parte de mí: tus costumbres y expresiones, tus rarezas. O no. Igual nos consumimos en hogueras.

Tres palabras


Dame tres palabras y te escribiré la poesía más bonita del mundo. Igual no es la mejor en cuanto a estilo y forma. Igual no utilizo tantas figuras literarias como debería y queda simple, como desnuda. Pero si te fijas en el contenido, sin duda será el más bello que puedas leer. Porque será verdadero. Porque será recién sacadito del corazón.

Si tú me das tres palabras (ni una más, ni una menos) yo compondré para ti mis mejores versos. Seguramente nunca vean la luz, puede que hasta no salgan de mi cabeza y su eco ensordecedor. Pero serán para ti, junto con el resto de palabras que, en grupos de tres, componen cada día la distancia que nos separa. El silencio que nos une.

Amor mío


Amor mío, solo en mi pensamiento,
tan solo muy adentro,
te puedo llamar.
Amor mío, amor que solo mío
como un cajón vacío
que no se va a llenar.

Nunca lo voy a decir.
Me lo quedo para mí.
No saldrá de aquí, de mi torre de marfil.
No saldrá de aquí.
Como joya que al mostrarla se estropea.
Tan valiosa que es mejor que nadie vea.
Encerrada en lo más hondo que hay en mí.
Bien envuelta en seda.

E


E c o.

Zapatitos rojos



Y de repente la vi, luciendo zapatitos rojos. Y recordé los nervios ante su llegada, aquella primera caricia de piel suave, su risa infantil.

Ella jamás me recordará y yo nunca podré olvidarla.

Pompeii


Cuando echamos la vista atrás todo había cambiado: los casquillos del tejado lleno de piedras habían sido recogidos y arrojados a la pira en la que también ardían etéreos recuerdos. Otras manos artesanas habían moldeado los cuerpos, dejando una rendija por la que volver a llenarlos de sueños. Los lagrimales enrojecidos de la rabia y el fuego volvieron a sus tonos pastel.

Y ellos no se dieron cuenta. No eran conscientes del proceso. El mundo giraba y se desmoronaba sin frenos. Sin noticias de Gurb.

Pronto la vida y la muerte los unieron de nuevo. Compartieron desvelos. Lloraron bajito, fundieron su duelo. La noche llegó y se separaron en silencio. No se dijeron "adiós".

El dulce recorrer de tu lengua


Tú tan tranquilo y yo tan deseosa
de que recorras con tu lengua cada uno de los huecos de mi cuerpo.

Enseñar



«La religión es el opio del pueblo», pensaba mientras veía a aquellos barrigudos disfrutar de sus puros habanos. Los adolescentes no prestaban atención a lo que se decía en el vídeo: a ellos no les importaba el año en que se conformó la cofradía. Ella no les culpaba, ya que el vídeo era soporífero, pero le molestaba que todos estuvieran tecleando con estruendo de elefantes sus móviles de última generación. «El respeto no debe perderse», pensaba mientras chistaba en dirección a las dos rubias de la última fila. Aquellos alumnos habían crecido demasiado desde que los conociera el primer curso, algunos incluso le sacaban una cabeza.

Algunas actividades extraescolares la volvían loca, completamente desquiciada. Los niños ya de por sí pasotas, andaban revolucionados por la llegada de la primavera. Ella también estaba un poco nerviosa. A la vuelta, sentada al lado del pobre Alejandro, contaba los días que quedaban hasta el viernes. ¡Aún era martes! El sol pegaba de lleno en el cristal tintado del autobús, pero cualquiera se quitaba la chaqueta, «¡con lo salidos que van estos críos!». Se le cerraban los ojos...

¡Frenazo! ¡Pitidos! El atasco diario en el mismo maldito punto. Odiaba salir de excursión. Ella, que de pequeña había querido ser bailarina, luego siguió su verdadera vocación. «Tú vales para eso», le dijo una de sus mejores amigas. Sí, tenía razón, ella vivía cada uno de los temas que daba, no importaba si era sintaxis, Literatura o Gramática. Les ponía corazón. Lo importante era enseñar. Pero qué difícil era enseñar a ser personas en este mundo tan egoísta.

El hombre


El hombre que cada mañana se afeita la barba, sin espejo, apenas mojando la brocha en la espuma. Las manos pasando a ras del rostro, buscando el pelo que volverá a salir más fuerte a medida que las horas pasan. Levanta el mentón y se coloca el cuello de la camisa. Abrocha los botones de abajo arriba. A la altura de la pechera, observa la forma de la mancha de aceite, que no se ha ido, aunque frotó con ganas. Mete la corbata, hecha un ovillo, en uno de los bolsillos del pantalón. Viste el traje de las fiestas y los entierros.

El camino de arena que conduce al pueblo está plagado de olivos. Hace años que no dan fruto. El hombre los conserva porque dan sombra. Al resto de vecinos, sólo consiguen sacarle muecas de tristeza.

En la plaza, se reúne con otros. Todos visten parecido: el mediodía se tiñe de negro. Las plañideras se colocan sus velos y las lágrimas desbordan las pupilas. Si no fuera por el fingir de éstas, nadie lloraría al finado. Nadie llora a los desconocidos, pero un cadáver, aunque sea uno encontrado en la cuneta, debe ser despedido católicamente.

El cura tiene prisa y las mujeres cuchichean en los primeros bancos. Los jóvenes hacen planes: bailarán agarrados a la caída de la tarde. Los viejos más solemnes carraspean, queriendo poner un poco de orden. La cordura, piensan, se perdió el día que entre todos mataron al desconocido.

En la caja de madera, el rostro lleno de moratones de un inocente quedará lampiño para el resto de sus días.

La clara roja oscuridad


Los destellos rojos de la cola del cometa cegaron los ojos tiernos de los hombres ilógicos. Los gritos ensordecieron a los que ponían voz a sus deseos: cuerpos envejecidos compuestos de piel reseca como troncos yermos atravesados por surcos profundos. En el caos de gritos y brazos al aire, la noche y el silencio fueron testigos del renacer de los verdaderos hombres. Los impulsivos se perdieron entre la maleza, cayendo por el precipicio. Los realistas fueron absorbidos por la náusea. El hombre niño, cubierta su piel de ceniza, se debatió entre pensamientos morales y éticos, acordando finalmente continuar su camino atendiendo a su conciencia. Dejó atrás los cuerpos de todos aquellos que no se habían parado a reflexionar e hizo oídos sordos hacia los que anteponían los instintos primitivos a la razón.

Cuando se cansó de analizar toda aquella nueva situación, se dirigió a la biblioteca y buscó los pesados volúmenes de Freud y Lacan.

Tarde de ingles


Tarde de domingo. Veíamos en la televisión un documental de la BBC sobre la vida nocturna de Londres y los destellos de los neones en Mayfair se reflejaban en los cristales de mis gafas. El olor del césped recién cortado entraba por el balcón abierto, que traía también el viento impertérrito del arroyo.

Tus manos jugaban con los mechones violáceos de mi pelo y los volantes de lunares de mi minifalda: no se decidían. Por dentro me desesperaba aquella indecisión, tal era el nivel de zozobra que nos consumía. La pantalla mostraba fotogramas de niños ricos tomando menús de 75 libras en Corrigan's, mientras viejecitos con flema tomaban el té en The Chesterfield.

"Play me!", te dije medio en susurro medio en grito. Nunca antes había suplicado una orden. Sonó tan raro, que sólo pudiste obedecer.

Qué dulce


Me guardo tu recuerdo
como el mejor secreto,
que dulce fue tenerte dentro.

Omphalos


A las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos.

Casualidades


Hay casualidades que te hacen pensar en espiral.

Kirjallisuus


La Literatura siempre supera a la realidad.
Los escritores mienten (mentimos).

Minä


«Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», decía Ortega y Gasset en sus Meditaciones del Quijote. Si mis circunstancias conforman mi ser... ¿Cómo carajo me salvo yo?

Es la primera vez que subo una foto mía al blog, supongo que será la última. Esta imagen refleja todo lo que soy: esas mil y una imperfecciones que me hacen ser yo, esa melancolía en los ojos, ese rímel corrido del final del día... Eso es lo que soy cuando me quedo en cueros y el alma florece. Una niña pequeña de las dudas infinitas, un mar adentro lleno de sirenas varadas... Podría seguir enumerando títulos de canciones, ya que me reflejo en ellas como en charcos de barro. Pero estoy cansada. Y, al contrario de lo que decía Cernuda, yo no me visto de plumas cuando me siento cansada. Pesan demasiado y me hacen pensar. Lo peor es cuando tirito y las plumas danzan: me hacen demasiadas cosquillas. Así que un día decidí despojarme también de ellas.

Si no fuera una cobarde valiente diría que necesito un abrazo, que necesito protección. Pero he vivido tanto tiempo bajo el ala calentita del miedo que no me da la gana de volver a volverme una dependiente. Sí, volver a volverme, porque no quiero repetir esquemas. Me da igual si para ello tengo que utilizar figuras retóricas o contradicciones. El mundo es eso al fin y al cabo: un bombón de excrementos cubierto por un bonito papel que lo cubre y que nos refleja mostrándonos en bucle lo mejor y lo peor de nosotros, distorsionados y perdidos en una sala de espejos del infinito.

Polilla dixit.

One day


Un día me iré, me iré de verdad.
No sé si me ves del todo capaz.
 
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