La polilla no tiene la belleza de la mariposa.
Sin embargo, la vida le ha hecho más fuerte.

I can't breathe

La vida es bella


"Me olvidaba decirte, que tengo unas ganas de hacerte el amor que no te puedes imaginar, pero esto no se lo diré a nadie, sobretodo a ti. Deberían torturarme para obligarme a decirlo. Que quiero hacer el amor contigo, no sólo una vez, sino cientos de veces, pero a ti no te lo diré nunca, solo si me volviera loco te diría que haría el amor contigo aquí, delante de tu casa, toda la vida".

Tocar el cielo



Como en todas tus fotos mirando al suelo,
escondiendo esa pena insondable
de quien ve demasiado y no puede mentir
y aún así sonríe como un niño.

Ahora

Entonces, un día de otoño
sin cartas y sin manga cautelosa,
te acercaste a mí con esa ternura
que sólo tienen las personas que saben amar,
me lamiste la tristeza
y nevaste sobre mi espalda tiroteada.
Cosiste con la paciencia
de quien cree en lo que espera
las costuras rotas de mi pelo.
Llenaste mi almohada de buenas noches
y mejores sueños
al descansar tu cabeza sobre ella.
Y empecé a acompasar mi respiración a tus latidos.
Y la música empezó a tener sentido.

Un tiempo después, una mañana de esas
en las que el Polo Norte se concentra en toda la ciudad,
te observé descansar agotada y en paz
sobre mi cama mientras escuchaba llover a través de la ventana.
Y de repente, perdí el frío.
Fue así, mirarte, fue el deshielo.
Te contemplé y vi como se reconstruía
la primavera en mi vida.
Las cuatro paredes de mi habitación
se abarrotaron de esas margaritas que sólo saben decir que sí.
Te despertaste y se me llenaron los ojos de pétalos.
Me miraste y te pregunté "¿Qué has visto en mí?".
"Una flor en medio de un campo en ruinas",
contestaste tú.

Huele a ti

La almohada huele a ti.
A tu sudor y a tus lunares.
Si pudiera besarla
como quiero besarte a ti,
seguramente acabaría
con ella entre mis piernas.
Eres más que deseo.
Eres el Amor con mayúsculas
que andaba buscando.


Recuerdos


Quizá les haya pasado en alguna ocasión. Quizá, alguna vez, caminando por la calle les pareció ver entre el tumulto de la gente a una persona a la que amaron hace mucho tiempo. Apenas fue un instante, un breve destello de luz, el suficiente como para dejar una quemadura en la retina y en el alma. El suficiente como para dejarte paralizado en mitad de la acera sintiéndote al contracorriente de todo, sin saber muy bien que hacer o que decir. Se le llena a uno la cabeza de recuerdos, y el caso es que no estás seguro de que se trate de esa persona. Primero, porque como digo, fue un breve instante, y segundo porque hace tanto tiempo desde la última vez que lo viste. Todos hemos cambiado en este tiempo. Y tú también aunque te niegues a reconocerlo. Y está bien que así sea. El caso es que uno queda dudando en mitad de la acera, pensando si no será que uno confunde la realidad con el deseo. Quiero decir que quizá sí se trate de esa persona, pero a lo mejor no. A lo mejor uno la desea tanto que la inventa entre la gente. Desapareciendo y apareciendo, apareciendo y desapareciendo. Y no digo que quedara algo urgente por decir, algo pendiente… Quizá no sea eso, quizá sea sólo un deseo inconsciente, y uno sólo quiere encontrarse con ella para decirle cualquier tontería. Quizá para recuperar un retazo de aquellos tiempos en los que eramos eternos e invulnerables. Quizá sólo para decir “¿Qué ha sido de ti en todo este tiempo?” “¿Qué fue de nosotros?” “¿Qué ha sido de mi”…

Int. noche


Nunca dejaría que leyeras esto. 
Jamás lo escribiría. 
No iría hasta tu puerta, eso no ha sucedido. 
No te he besado en tu portal. 
Jamás me abrazaste, yo nunca perdí el aliento por ti. 
No me sacaste a bailar. 
No viajé a tu lado, no fui un espectáculo. 

Esa no fue la noche que viviste junto a mí. 

No hay de qué preocuparse, no me volveré loca, no pensaré en ti. 
No me invitarás a desayunarnos, no me quedaré a dormir. 
Serás sólo un nombre, no querré volver a verte. 

Jamás me vas a desnudar. 
No seré tu esposa, no tendré tus hijos. 

Esa no es la vida que elegiste para mi. 
No será la vida que elegiste para mí. 

No recuerdo haberme ilusionado, ni tus manos sobre mí. 
Si una vez me destrozaste parece más un sueño que algo que viví. 
Hay alguien que cree en un amor que aparece, 
Que dura eternamente y es amor. 
Pero estamos a salvo de esa ilusión perfecta. 

Porque ese alguien no somos ni tú ni yo. 
Porque ese alguien no seremos tú y yo. 
Porque ese alguien no somos ni tú ni yo.

Z

No estoy llorando

Nunca pares de soñar



Llevo unos días que, ante la proximidad de los temidos treinta, estoy baja de ánimos. Además, me ha pasado como a un niño cuando le das a probar una piruleta y luego se la retiras: que se queda con la nostalgia de querer más. Me da la impresión de que, pese a haber vivido intensamente estos treinta años, podía haber aprendido más, amado más, escrito más, viajado más... Sin embargo, como la mujer positiva que soy, me quedo con todo lo bueno que la Vida me ha podido ofrecer y me prometo a mí misma seguir exprimiéndola hasta disfrutarla en todas sus facetas y momentos. Ayer me decía una amiga que, a partir de los treinta, comienza una etapa emocionantísima, llena de retos. No los temo. Porque tengo todo lo necesario para que mi planta prospere y las raíces ya están empezando a asentar.


Una flor en un campo de ruinas




Yo era una tarde de invierno,
nostalgia y ceniza en la cama,
los restos de un incendio provocado,
las ruinas que quedan cuando un castillo
es asaltado 
sin piedad,
un poema cansado en forma de papel arrugado
en la papelera de una oficina gris.

Tú eras un paseo por el campo en un día de Marzo,
el olor a caricia sobre hierba recién cortada,
el abrazo de bienvenida en la terminal vacía de un aeropuerto,
la hora del recreo,
la tarde del viernes,
la vuelta a casa después del trabajo,
un sábado por la noche,
el polvo de reconciliación de todas esas discusiones
que en el fondo solo son excusas para encontrar 
nuevas formas de quererse,
esas eran nuestras credenciales mucho antes
de presentarnos.

Entonces un día de Otoño
sin cartas y sin manga cautelosa
te acercaste a mí con esa ternura
que solo tienen las personas que saben amar,
me lamiste la tristeza
y nevaste sobre mi espalda tiroteada,
llenaste mi almohada de buenas noches
y mejores sueños al descansar tu cabeza sobre ella,
empecé a acompasar mi respiración a tus latidos
y la música empezó a tener sentido.

Un tiempo después,
una mañana de esas en las que el Polo Norte
se concentra en toda la ciudad,
te observé descansar agotada y en paz
sobre mi cama
mientras escuchaba llover a través de la ventana.
Y de repente, perdí el frío.
y mirarte fue el deshielo, 
te contemplé y vi como se reconstruía 
la primavera en mi vida,
las cuatro paredes de mi habitación
se abarrotaron de esas margaritas que solo saben
decir que sí.

Me miraste y te pregunté ¿qué has visto en mí?
-Una flor
en medio de un campo en ruinas- .
Contestaste tú.

Elvira Sastre

La paz en tu mirada


Vientos de otoño ondulaban sus mechones libres, una Lamia semidesnuda que mostraba únicamente lo que los demás deseaban ver. Ella buscaba entre los rostros desfigurados, las sonrisas serias, las burlas zafias... los años habían transcurrido en su búsqueda, y ya sus ojos enrojecidos hacían su trabajo por la inercia de su dueña. Pero jamás dejaría de buscarlo. Sólo conocía sus ojos. Pero no sabría decir si eran del color del mar levantado o del horizonte crepuscular. Quizá eran verdes, con sombras de dunas marrones, grises amapolas, negros cometas...

Se dormía consumida por un frenesí noctámbulo. Y en sus sueños aparecían los ojos que un día se cruzase. Deseaba ser una Ondina para acabar poco a poco con los posibles pares de ojos. Reducir el círculo. Volver finalmente al lecho marino con ellos. Observalos. Amarlos. Encontrar la paz.

El miedo


Sobre la cama una sombra grisácea se movía inquieta. Cualquier ruido la desperezaba. Tras una ojeada rápida, volvía a la inmóvil postura: cruzaba sus brazos, la cabeza ladeada sobre uno de ellos, y se sumía de nuevo en sus nerviosos pensamientos. Constantemente, como en una espiral sin fin, volvía a levantar la cabeza, clavaba sus ojos pequeños en la penumbra de la habitación. No pasa nada, pensaba, todo está bien.

Unas gotas de lluvia o el ronroneo incesante que entraba por la ventana la hacía asustarse hasta el punto de temblar. Si fuera un animal, erizaría el pelo de su lomo en señal de alerta. Lo único que podía hacer era buscar en el silencio de la noche el trozo de música macabra que retumbaba allende su refugio.

"A veces el miedo no nos deja hablar", leía en su libro de autoayuda de cabecera. Constantemente recurría a malas artes, magia negra, para poder encontrar a Morfeo. Tres pastillas azules y otra roja y blanca, un vaso de agua, y ejercicios rutinarios de relajación. El miedo...

Muchos terapeutas (psicólogos, osteópatas, acupunturistas) le dijeron que aquello era fruto de su imaginación, debido quizá a un trauma del pasado. Sin embargo, las costosas sesiones no solucionaban nada. La música seguía sonando.

Volar sin alas


Otro despertar. Otra mentira más. Se había hartado de fingir lo que no quería ser, y la angustia le volvía. "Tengo que aprender a volar, el hecho de que sea príncipe no me exime de mis deberes como pájaro".

Como cada amanecer, apenas aparecían los primeros rayos de Sol, abría el ojo izquierdo mientras que con su pico se iba acicalando. Sus plumas doradas resplandecían y atraían las miradas de aquellos humanos madrugadores que andaban con paso lento. Más de una vez tuvo que luchar con una urraca que le quería arrancar una de sus plumas.

Luego avanzó por la rama dando saltitos, hasta que el vacío se situó delante de él. "No tengo ninguna excusa. Saltaré". Y moviendo sus alas, cogió impulso hacia detrás.

"¡Nuestro príncipe no sabe volar!". El pajarito volvió su cabeza en dirección a las voces, y vio a tres pájaros que se burlaban de su miedo. Triste, el príncipe hundió la cabeza en su pecho. Pero un ruido ensordecedor hizo que volviese a mirar en dirección a los tres pájaros. Poco quedaba ya de ellos. Un autobús se los llevó por delante. "He perdido la cuenta de los que se han ido de esta forma". El pájaro volvió a su rama.

Total, completa, absolutamente enamorado



Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor.

Mario Benedetti.

Me lo merezco



He debido de hacerme mayor
porque ya no creo en el amor
y algo más en el dolor.

Te digo

Te digo que te quieras, que te cuides, que te protejas, que te mimes, que te sientas, que te ames, que te disfrutes. Te digo que te quiero, te cuido, te protejo, te mimo, te siento, te amo, te disfruto.”

Eduardo Galeano

Little girl lies

"Entonces, ¿no está muerto?". No podía creer que mi mentira se hubiera extendido tantos meses, creyéndomela yo y él, ambos consternados por algo que nunca ocurrió. Cuando me liberé de ella, la verdad nos chocó a los dos. Él respiró tranquilo pensando que ya no era la chica de mirada triste que lleva tatuada la palabra drama en la frente. Yo me di cuenta de que las mentiras no llevan a nada. Después de casi dos años, el gran amor de mi vida (hasta ese momento, porque luego vendrían otros amores igual de grandes, superando al primero, haciéndolo tan insignificante que hoy en día ni recuerdo el tono de su voz, ni el sabor de sus labios angulosos) había vuelto a la vida después de cargármelo en uno de mis primeros cuentos. Comprendí, aterrada, que él me tenía pena y cuando me hablaba con ternura lo hacía con la intención de no dañar más a la frágil criatura que había perdido a su novio de la adolescencia de la manera más trágica posible.

"Tú y yo somos unos farsantes", le dije un tiempo después, "hemos elegido caminos de ficción". Y tenía toda la razón: a través de novelistas, filósofos, teorías constructivistas y justicias poéticas creábamos mundos paralelos al nuestro, haciéndolo más llevadero y mezclando verdad y mentira para encontrar algo que, aún hoy, yo sigo buscando.

La primera vez que me viste



-¿Qué pensaste la primera vez que me viste?
-Pensé que eras la chica más hermosa que jamás había visto.
-¿Te decepcionaste cuando me conociste mejor?
-¿Cómo puedes pensar eso?
-Soy un desastre.
-Me encanta tu desastre.
-La primera vez que te vi, pensé: “Mira a ese chico, lo voy a amar por siempre, siempre, siempre jamás”.
-¿Y si te hartas de mi?
-No me voy a hartar. Lo prometo.

Ruby Sparks.

Eligió su camino

Lo vi en su mirada. Había tomado una decisión y yo no formaba parte de su plan. La cama vacía, el silencio. ¿Era aquello orgullo? Sólo necesitaba escuchar de su boca unas palabras que reconocieran que lo había hecho mal, sólo necesitaba un abrazo que me subiese el alma que andaba ya por los suelos. Pero no llegaron. Nos hicimos los tontos, los indiferentes que pasean juntos como si ya no se conocieran, como si esa confianza adquirida con el paso del tiempo hubiese desaparecido de un plumazo. "Muy bien", susurré mientras subía sola en el ascensor, "tú ya has elegido por los dos".

Qué triste


Qué triste es sentirte mal y no poder llorar,
ni gritar para alejar las nubes negras,
ni correr para que la distancia cure las heridas.
Vuelvo a ser un animalillo asustado que
se esconde bajo las sábanas, lleno de impotencia.

Mi chica revolucionaria



Voy a escribir un poema social
que hable de nosotros 
que ser pareja 
no es pintarse en un cuadro
y colgarnos en la pared,
ser pareja 
es aprender a hablarle a la cara al miedo,
encontrar el valor para mirarse por dentro
para ser más grande por fuera
y encararse a la vida 
sin chaleco antibalas.

Si te quedas a mi lado
no quiero que seamos espectadores 
en una vida de bajo coste 
quiero ser el protagonista 
de todas tus revoluciones,
escupirle en la cara a los ministros,
insultar al presidente,
lanzar piedras contra la corona,
fugarnos del país 
después de poner una bomba 
en la junta anual de tu empresa 
y que hablen de nosotros en los periódicos 
y en las puertas de embarque de los aeropuertos.

Mi chica revolucionaria 
ya se que desfaso demasiado 
cuando no duermo 
pero es que cada día me gusta menos 
viajar sin ti 
e imaginarte perdiendo el tiempo 
en esa oficina de mierda 
con vistas a la calle más fea de Madrid
para llegar a fin de mes 
haciendo malabares con mil euros.

Tú y yo no somos de contratos 
ni de rutinas indefinidas,
somos más de comer helado de cajeta
a las tres de la mañana
y leer poemas en pelotas 
después de corrernos juntos…

Y nada
que te echo de menos,
que voy a masturbarme pensando en nosotros
y voy a despedir a mi psicóloga 
para huir contigo,
mi chica revolucionaria.

Diego Ojeda

Declaración de amor


¿Cómo lo haces? Contigo no puedo estar triste ni siquiera un poquito enfadada, al contrario, sólo tenerte al lado ya me cambia el día. Me lo hace más ameno, menos monótono, más bonito. Me llenas y me complementas. Pero también me respetas y me dejas mi espacio. Y lo más importante: me apoyas. ¿Sabes? He conocido muchos tipos de amor, pero ninguno tan completo como el que tú me ofreces. Jamás me cansaré de darte las gracias por lo bien que me tratas, por dejarme ser la princesa feminista que me siento en tus brazos. Me gusta que seamos diferentes y parecidos, que seas un cabezota y que me mimes. Eres mi naranja entera.

La llave está dentro de mí


El truco consiste en beberse el té muy dulce, con varias cucharaditas de azúcar o miel de flores, cerrar los ojos mientras saboreas el líquido humeante y las papilas se estremecen. El truco, sin duda, es tragarlo aún cuando quema la taza. Así, y no de otra manera, el nudo baja hasta el estómago y se encarga, junto con el té hirviendo, de matar a las mariposas.

Complejo de poeta



A veces escribo sobre la tristeza sin sentirla.
En ocasiones soy feliz y no lo digo.
Me cuesta confesar que te amo.

¿Por qué es tan fácil escribir poesía y
tan difícil hablar de la belleza de nuestras almas?

Llora


El nudo de mi garganta no me deja escribir.
Llora conmigo.

Afortunada



Cuando te digo que te quiero lo hago pensando que no te merezco, que he tenido mucha suerte al dar contigo por casualidad. Que el cielo, el destino o algún dios hindú se aliaron aquel día de verano para que te fijases en mí. Que la providencia, la Santísima Trinidad o el aburrimiento estival propiciaron que yo me fijase en ti.

Soy afortunada porque el Amor se demuestra con hechos, y a pesar de que nosotros nos lo digamos poco, lo sentimos ahí, casi pegado a nuestra piel, rozándonos los hociquillos con su varita mágica.

Nunca jamás

Nunca le digas a la chica con la que acabas de hacer el amor que es una ingenua. Jamás hables de cuchillos en la penumbra de una habitación que huele a depravación. Nunca se te ocurra dejar el historial lleno de porno en el ordenador de tu pareja. Jamás bebas si se te pasa por la cabeza romper vasos y botellas y pegarle una bofetada a tu novia en medio de un pub. Nunca le digas que le quieres si realmente lo que te gusta de ella es lo que tú crees que es. Jamás sigas en una relación tóxica, que no lleva a nada, sólo a nadar en círculos en el mismo charco de barro.

Ondas

¿Sabes lo que pasa cuando tiras una piedra al agua? Que perturbas su calma, su quietud, y se crean las ondas. Si estás cerca de donde ha caído la piedra puede que, incluso, te mojes: hay que ser cautos a la hora de tirar piedras, pues sin quererlo a veces nos puede salpicar.

Nuestras vidas son como el agua en calma, que  en ocasiones se mece por la brisa del viento. Cualquier decisión o paso que demos derivará en otras acciones o consecuencias.

A veces da miedo ver cómo las ondas se reproducen. Supongo que es ley de vida, que todo debe fluir, y como el agua, seguir su curso natural. En nuestras manos está la posibilidad de que el río, el manantial y el lago no se sequen y que en sus orillas florezca la belleza.

Arrow



Yo estaba loca por él. Pero loca, loca. Vaya, que no tenía nada más en la cabeza que su rostro, su cuerpo y su voz. Sólo lo había escuchado un par de veces, pero oye, a mí eso no me importaba. Ya me encargaba yo de ponerle voz a aquellos labios, incluso a imaginarme las conversaciones que tendríamos, cada noche, abrazados frente a la chimenea de nuestra idílica cabaña antes de que me arrancara la ropa a mordiscos y... Ya, lo siento, continúo. Era todo tan perfecto que, cuando lo veía aparecer por la esquina, las piernas me empezaban a temblar y todo el argumento que tenía para declararle mis sentimientos se me venía abajo, se me olvidaba o me parecía infantil y bastante ñoño. Cuando eso pasaba, me subía la solapa del abrigo, me colocaba las maxigafas y me iba tras él, siempre varios metros por detrás.

En esas estaba un día que soplaba el viento más de lo normal: con el pelo metido en la boca, la cara arrebolada y los ojos llorándome del frío. No te voy a engañar, sí, es cierto: le estaba mirando el culo. Pero es que él tenía un culo que no tienen todos los hombres, así, muy respingón y bien puesto. Un culo de esos que te dan ganas de comerte a bocaditos y apretarlo mientras te empotra contra la pared... Bueno, que me voy del tema. La cuestión es que no iba muy pendiente a lo que sucedía a mi alrededor porque estaba concentrada en el espectáculo que tenía delante. Pero entonces me fijé en que no era yo sola la que andaba mirando aquel monumento andante. Primero pensé que estaba loca por sentir celos de un niño, ¡qué tontería! Lo lógico es que el niño, dada su altura, no le estuviera mirando el culo, sino intentando avanzar hacia su destino sin chocarse con las farolas ni con los demás transeúntes. Así que seguí mi paseo rutinario hasta llegar a su oficina. Por aquel tiempo, al igual que ahora, estaba en paro y mi mayor distracción -y no me mires así, que me harté de echar currículos y de ir a hacer cola a la oficina del INEM-, era seguirlo. Pensaba que así comenzaba de una forma redonda el día: lo veía, me alegraba la vista y hacía ejercicio. En fin, que llegamos a su oficina y él traspasó la puerta acristalada. Yo me había quedado detrás de unos árboles, con cara de boba, al comprobar que el pequeño detective también había parado su paseo delante del edificio. Me entró la curiosidad y decidí seguir al chiquitín de la cabeza rubia. Pero no me duró mucho tiempo la aventura, porque se paró un autobús de escolares que dejaba a los chicos en el instituto colindante y, entre gritos, carreras y mochilas, cuando me quise dar cuenta había perdido a mi amiguito.

Dos días más tarde, me enfundé el chubasquero, las gafas oscuras y mis mejores ánimos y decidí confesar mi amor al chico de mis sueños. Lo esperé en la esquina debajo de los soportales y, cuando apareció, dejé correr los veinte segundos de rigor. Y entonces surgió de la nada, envuelto en un abrigo de plumas blancas de lo más setentero: no puedo decir que fuera un niño, quizás un señor enano con la cara más bonita que haya visto nunca. Avanzaba a pasitos saltarines y cuando llegó a mi altura, me sonrió. "Vamos, hoy caminaremos juntos". Intuí que su intención era agarrarme de la mano pero no llegaba, así que cogió el paraguas que yo llevaba cerrado y, de esta forma, quedamos irremediablemente unidos. No me preguntes por qué, pero cada vez que sus rizos se movían como si estuvieran bailando sobre su cabeza al levantarla para mirarme, crecía en mi interior una fuerza desconocida, como si aquel pequeño ser de vestimenta estrambótica me transmitiera poderes a través del paraguas. Los quince minutos que separaban mi esquina de su oficina no se me hicieron eternos, a pesar de que comenzó a caer una fina lluvia sobre nosotros. Vamos, que no veía que aquella caminata fuera una tontería más. Había pasado meses siguiéndole y la ilusión iba a menos, porque no me sentía capaz de hablarle ni para pedirle la hora. Apenas quedaban cien metros cuando el pequeño plumífero soltó mi paraguas. "Sécate la cara, linda, que la lluvia va a fastidiarte el maquillaje". Saqué del bolso un pañuelo mientras él se quitaba de la espalda una pequeña mochila en la que yo antes no había reparado. "Y sonríe, que cuando sonríes estás preciosa". Y entonces -y esto es lo raro- abrió la mochila y comenzó a sacar una flecha. ¡Sí, no pongas esa cara! Aún no entiendo cómo pudo meter una flecha tan larga en esa minimochilita que llevaba, que parecía las que llevan los niños de guardería o las madres que tienen bebés. Muy chica, como de juguete. Pues va el tío y saca una flecha. Y yo con cara de pasmada. Y me dice: "¿lo quieres o no lo quieres?" Por mi cabeza pasaron muchas cosas: que el loco éste iba a matarlo, que dónde carajo estaba la cámara oculta, que como fuera obra de mi hermana la iba a matar... Pero nada de eso dije. Sólo asentí.

Sé que no tiene ni pies ni cabeza, pero tú me conoces bien y sabes que soy la persona más tímida que te puedas echar a la cara. Jamás me hubiera atrevido a decirle nada. Yo no creo en los milagros, pero hija, se ve que este año le he caído bien a Cupido.

Quién puede matar a un niño

Esta pregunta que todos nos hacemos hoy es también el título de una película (1976) de Chicho Ibáñez Serrador. Trata de unos niños -aparentemente presos de la locura- que utilizan su posición de infantes para asesinar y llevar la maldad allá por donde van. Y es que, a los niños, se les sobreentienden valores que los adultos perdemos con el paso de los años: inocencia, bondad, ilusión... 

Entonces, ¿por qué hay personas que hacen daño a seres inocentes? Ayer noche me llegaban avisos por Twitter y Whatsapp de que un niño había desaparecido en Rincón de la Victoria/La Cala. El simple hecho de que un niño no aparezca ya es motivo de estupor, pero despertar con la noticia de la aparición del cuerpo flotando en una balsa de los Montes de Málaga te llena de rabia. Es ilógico y no entra en ninguna cabeza sana que nadie pueda querer matar a un pequeño. Cuando nos ponemos en el supuesto de que lo ha hecho para infligir el máximo daño posible a su pareja -si es que ésa es la razón, que no lo sé, sólo presupongo-, simplemente me queda pensar en lo cobardes que pueden llegar a ser las personas, en toda la maldad que pueden albergar sus cuerpos y en qué ha fallado la sociedad para que este tipo de situaciones ocurran continuamente y nos quedemos casi impasibles, como si estuviéramos viendo otra noticia de la nieve o cualquier chorrada de relleno -hay personas que se indignan más porque la Esteban haya dicho ésto o lo otro-.

Primero, ¿qué clase de educación recibieron las personas que prefieren utilizar la violencia antes que el diálogo? Ojo, que hay que diferenciar educar y enseñar. En el colegio, el instituto, la Universidad y demás centros se enseñan conocimientos, pero un profesor no puede educar a un niño en valores positivos cuando el ejemplo que recibe en casa es totalmente opuesto. ¿En qué clase de ambiente han vivido para normalizar situaciones violentas? Segundo, ¿qué leyes tenemos para que los hombres y las mujeres prefieran recurrir a un asesinato/una violación/un secuestro para hacer daño a sus parejas o exparejas? Leyes de mierda. Leyes blandas. Leyes que se aplican con doble rasero. Leyes que aplican el segundo y el tercer grado a asesinos por hacer crochet y recoger las migajas del menú que entre todos les estamos pagando.

La vida de este pequeño de 3 años no se va a recuperar, pero los que ahora estamos leyendo esto, a los que nos duele que pasen este tipo de cosas, podemos cambiar un poquito la mentalidad. Eduquemos a nuestros primos, a nuestros hijos y a los hijos de nuestros amigos y vecinos en el respeto, condenemos firmemente la violencia y la microviolencia -ésa que parece una tontería, un juego, un comentario gracioso del tipo "qué gorda estás", "en casa te vas a enterar", "eso se hace así porque yo lo digo", "yo soy el que lleva los pantalones en esta relación", "no me gusta que quedes con tus amiguitas". Alejemos la violencia de nuestras vidas, porque no es positiva ni aporta nada, sólo dolor.

Cien palabras



Mira hacia el horizonte
como si se le escapase el tiempo.
La camisa de pañuelo:
ojos negros.
Yo lo contemplo a distancia,
siempre en silencio.
En los surcos de las ojeras
lleva grabado su duelo.
Un roce imperceptible,
un pensamiento
se materializa
y se queda en eco
de voces roncas
que mece el viento.
Se dulcifican los gritos,
se enternece el verbo,
las comisuras de sus labios
apuntan al cielo;
sus ojos tristes
muestran destellos.

Hablamos de lo que nos une, arreglamos lo que nos separa.
Imaginamos futuros posibles y las frases se alargan.
Roto el silencio por cien palabras.


Eres


Urgencias


Esa necesidad cada vez más insistente
de tenerte a todas horas,
de oler tu piel mientras busco
el punto de tus cosquillas.
Esa fatalidad cuando no te tengo y
quiero contemplarte en silencio
sabiéndote mi tesoro más preciado
en días de frío.

Esa distancia que nos separa y
que odio por arrastrarnos a letras
en blanco y negro,
con regusto dulce de labios que no se abren.
Esos besos que corren por las ondas
y que ansío darte todos los días, a todas horas.

Si pudiera decirte


Quise empezar el año diciéndote lo mucho que te quiero...
¡pero no me lo pones fácil, jodío!

Destinatario 1


Si escribo esta carta es porque los acontecimientos de los últimos días me han hecho revivir tu partida. El sentimiento de abatimiento de aquella época, no obstante, no me acompaña ahora. Más bien, al contrario, la experiencia me ha servido para sacarle color hasta a las lágrimas más oscuras. Supongo que, en tu persona, también habrás notado la fortaleza tras la desolación, porque, siguiendo el refrán: "Lo que no mata, te hace más fuerte". He sido espectadora del drama del desamor y puedo decir, casi con total seguridad, que he estado a la altura. Nunca, jamás, en la vida, se desea el sufrimiento de una persona a la que adoras. Pienso que la vida es larga y el amor la consume hasta que se reduce a cenizas. Hay, pues, que disfrutar sin pensar en el mañana. Por ello, intuyo, sigues buscando a tu Hipatia. Haces bien: llegará el día en que la encuentres, aunque sea en tu imaginación. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que oyes voces en tu cabeza. Perdona, éso ha sido deshonesto.
La cuestión es, volviendo al tema que me ocupa, que entre una cosa y otra la poca fe que tenía en el amor se está desmoronando. Vamos, que aquello de los dos caballos que deben cabalgar juntos, sin ataduras, al final resulta que va a ser otra de tus patrañas. Ya sea juntos o separados, si el amor acaba no hay nada que hacer. Cada uno a su casa a secar lágrimas y a otra cosa, mariposa. ¿Sabes todas esas teorías que dicen que el amor se acaba a los X años? No sé si darlas por válidas. Puede que sí. O puede que, simplemente, nos cansemos gradualmente de aguantar día tras día las mismas caras de asco, la misma monserga una y otra vez, yo qué sé.
Lo principal es ir de frente y, en el momento en el que sientes que ya no quieres a la otra persona, no marear con tiempos muertos y segundas oportunidades que nunca salen bien. Míranos a nosotros. Nos dimos tantas oportunidades que el tejado reventó de tantas piedras que fuimos tirando. Piedras, cáscaras de naranjas, pañuelos de mocos y semen... Un asco, vaya.
Pero, eh, no te alegres por el tono decepcionado de esta misiva. A mí me va de puta madre. No tengo trabajo, pero todas las demás casillas de mi biorritmo están hasta arriba. Y, oye, el hecho de que no tenga curro no influye negativamente en todos las otras cosas. Y, mucho menos, voy repartiendo la mierda que me sobra (y la mala leche, también) a diestro y siniestro. Si estoy mal, jamás, trato mal a los que me rodean. El amor es compartir pero, ojo, tu otra mitad no tiene por qué llevarse las tortas.
 
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