Tengo tanto miedo a expresar
en voz alta lo que siento que,
cada vez que lo intento,
mi garganta se quiebra de dolor.
Se desespera mi razón y
entra en conflicto con los deseos del alma.
Una vez, hace ya mucho tiempo,
gritaba sin pudor mis sentimientos,
cuando se me desbordaban.
Pero la vida -puta, cobarde y traicionera-
me jugó tal broma
pesada que,
aún hoy, me cuesta creer en las cosas,
mirar a las personas desde la confianza.
Del amor al odio hay un paso...
Un salto al infierno. Y te quedas
en añicos: piel y saliva derramadas,
millones de "te amos" quemándose en la desdicha.
El que ahora te cura las heridas,
lo hace desde la paciencia del que sabe que,
algún día, la valentía volverá a este cuerpo
yermo tuyo que ahora le pertenece.
Fuerzas para amarlo con palabras, escritas y gritadas,
ampliamente susurradas en las noches de ginebra y besos.
Gracias.
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