Temis temía no estar a la altura de las circunstancias. Eligió con cuidado el vestido y se perfumó para la ocasión. Se cosió de forma apresurada el corazón medio roto y se sentó en la cama a respirar. Lo tenía todo a su favor: compartían canciones y gustos cinéfilos. Pero los nervios no dejaban de afligirla y por su mente pasaban escenas de comedias que acababan mal.
Había aprendido que la mejor manera para llegar al corazón de alguien era siendo ella misma. Pero eso implicaba mostrar aquel lado oscuro que nadie podía conocer.
Dudó un momento pero, al final, acabó deshaciéndose del vestido. Su piel hablaría mejor que su garganta.
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