La polilla no tiene la belleza de la mariposa.
Sin embargo, la vida le ha hecho más fuerte.

Dummies's Revolution

Vuestro tiempo ya pasó. Tenéis que asumirlo. Los lemas juveniles sólo remarcan los surcos de vuestras panzas, y por más gritos que peguéis, esas arrugas seguirán ahí, impasibles, contemplando cómo dejáis que la vida siga pasando sin hacer nada. Es la Revolución de los maniquíes.

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Asumidlo: sois simples marionetas. Los titiriteros juegan con vosotros. Pobrecillos, dirán, no sirven para nada. Y el gran contenedor abrirá sus fauces por mucho que os agarréis a los bordes. En el abismo os juntaréis con la demás escoria mediática. Tertulianos, criticones, cotillas de pacotilla. Cobardes excusados tras la barrera del "se dice", "se comenta". Simples dummies.
Usar y tirar. Como un pañuelo usado de cientos que se aloja en lo más profundo de la papelera, junto a tarjetas de cirujanos semidioses y cajetillas de cerillas con nombres exóticos. Asumidlo.
El mundo no está hecho para vosotros. Sólo sois maniquíes, figurantes de metálico metal, fabricados en cadena.


Se siente: loritos que repiten hay a patadas. Sólo los realmente brillantes gobernarán el mundo. Yo por si acaso empiezo a hacer méritos.

Esconderse


Sin su escudo, eran sólo dos animales indefensos: blandos, volátiles, temerosos. Sólo dos posibles víctimas de la maldad.

Ella, que hasta entonces jamás dejó su protección atrás, salió lentamente curioseando la vida sin nada a cuestas.

Él ya sabía lo que era eso. De hecho, aquella salida era un mero trámite, un cambio, un retorno. Pero siempre volvía a su concha.

Un día se encontraron, desnudos, desprovistos de máscaras, en la verde vegetación selvática.

Y se unieron los colores, las viscosidades, las texturas.

Y el caracol y la tortuga decidieron dejar atrás el miedo.

Dicen que los sueños reflejan nuestros miedos, inseguridades, deseos. Quizá va siendo hora de despojarse de todas esas capas de cebolla que nombra L. Etxebarría.

Pero jamás he visto una tortuga sin su caparazón.

Sólo un consejo


Corazón y alma a tu trabajo entrega,
no importa el tiempo que hayas empleado
en alcanzar el fin que te impusiste.
Esquiva es la materia con que el Arte
construye sus etéreas maravillas
y más cuando concentra en las
palabras el don de provocar extrañamientos.
Si entre los elegidos te encontrases,
aprende a diseñar pacientemente,
con exigencia y mimo, el laberinto
en el que has de atrapar, con franca audacia,
a ese ángel fantasmal, que es el misterio.
Y si no eres afín a lo divino
que debes traslucir en cada idea,
entrégate a vivir sin freno alguno,
pues no tienes pasaje ni paisaje
en ese alto dominio evanescente
que es el arte de arder en la Poesía.

Ignacio Caparrós, Málaga 1955.

El mejor de sus trabajos


El mejor de sus trabajos fue hace 25 años.
Su mirada está perdida,
busca algo que no ha encontrado.

Fotos salen de sus ojos, marcos ya desenfocados.
Su voz es carrasposa, se encuentra debilitado.

Piensa en su segunda parte, piensa en cómo mejorarlo.
Tiene que escribir ahora, el mejor de sus trabajos.
Todo el día delibera hasta incluso meditando.

Solo se encontró sin vida, solo se murió llorando.

Esta canción de Lori Meyers me sirve para recordar la historia de una niña que quiso ser adulta desde que era, pues, una niña. Olvidó tempranamente las canciones infantiles, los juegos. Su vida de niña se convirtió en mayor de repente: conversaciones de mayores, maquillajes adultos en una carita prepúber, y ochenteros complementos dorados en sus regordetas orejas.

Hoy quiere volver a la niñez. Por suerte, yo conservo, aún, esa chispa inocente y alegre de la infancia. Ese brillito no debe desaparecer jamás, pues con él se pierde la ilusión. Y sin ilusión, el mundo no vale la pena.
 
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