Cuando echamos la vista atrás todo había cambiado: los casquillos del tejado lleno de piedras habían sido recogidos y arrojados a la pira en la que también ardían etéreos recuerdos. Otras manos artesanas habían moldeado los cuerpos, dejando una rendija por la que volver a llenarlos de sueños. Los lagrimales enrojecidos de la rabia y el fuego volvieron a sus tonos pastel.
Y ellos no se dieron cuenta. No eran conscientes del proceso. El mundo giraba y se desmoronaba sin frenos. Sin noticias de Gurb.
Pronto la vida y la muerte los unieron de nuevo. Compartieron desvelos. Lloraron bajito, fundieron su duelo. La noche llegó y se separaron en silencio. No se dijeron "adiós".
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