Llevo unos días que, ante la proximidad de los temidos treinta, estoy baja de ánimos. Además, me ha pasado como a un niño cuando le das a probar una piruleta y luego se la retiras: que se queda con la nostalgia de querer más. Me da la impresión de que, pese a haber vivido intensamente estos treinta años, podía haber aprendido más, amado más, escrito más, viajado más... Sin embargo, como la mujer positiva que soy, me quedo con todo lo bueno que la Vida me ha podido ofrecer y me prometo a mí misma seguir exprimiéndola hasta disfrutarla en todas sus facetas y momentos. Ayer me decía una amiga que, a partir de los treinta, comienza una etapa emocionantísima, llena de retos. No los temo. Porque tengo todo lo necesario para que mi planta prospere y las raíces ya están empezando a asentar.
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