PRESENTACIÓN
DEL PREGONERO RAFA CAROLA
El
pregonero de esta feria de Algarrobo 2013, nació en Algarrobo un 20
de junio de 1962, por lo que ya ha superado el medio siglo de vida,
en el seno de una familia humilde y trabajadora.
Casado
y padre de dos hijas. Albañil y agricultor de profesión, aunque
confiesa que su profesión frustrada hubiera sido la de maestro de
escuela. Las circunstancias de aquellos tiempos y ser el mayor de
seis hermanos le impidió su sueño de ser maestro.
Empezó
ayudando a sus padres en las tareas del campo con nueve años y desde
entonces no ha dejado de trabajar.
Con
dieciséis años comenzó a colaborar con la parroquia y el
Ayuntamiento en las celebraciones de semanas culturales, teatro,
cabalgatas de reyes, procesiones de Semana Santa o san Sebastián.
Fue
uno de los fundadores de Pueblo
Vivo,
uno de los primeros periódicos que se editaron en Algarrobo.
En
1991, saltó al mundo de la política estando de concejal hasta 1999.
Estuvo totalmente apartado de la política durante ocho años hasta
que en 2007 decidió volver a ella. Dice que está en política por
vocación, le gusta su pueblo y quiere a su gente.
Como
buen géminis que es, tiene doble personalidad. Por un lado es serio
y callado, y por otro es divertido y parlanchín. «Hay
que tratarlo mucho para conocer sus dos caras»,
dicen quienes le conocen.
Se
considera trabajador, responsable, buen amigo de sus amigos y buen
compañero con sus compañeros.
Pero
sobre todo, se siente orgulloso de su familia y de ser Algarrobeño.
PREGON
DE LA FERIA 2013
¡Buenas
noches amigos y amigas, autoridades, familiares, vecinos y vecinas!
Tengo
que reconocer que cuando los miembros de la Junta de Festejos me
llamaron para pedirme que fuera el Pregonero de esta feria, mi
primera reacción fue de miedo, hasta se me escapó un peo
y me subió un tufillo raro, raro… Me había cagao
los slips.
Después,
pensé y me dije: «¡vamos
Rafa, tú puedes!»,
e inmediatamente dije que sí.
Tras
dar muchas vueltas a mi cabeza sobre qué podía hacer, qué debía
decir que ya no hubieran dicho mis predecesores –Paco
Zapata, Paco Sánchez, Ernesto el secretario, Cristobal o Bastianico
Zarazá–
a los cuales les rindo mi pequeño homenaje de admiración y respeto,
especialmente a Paco Zapata, que ahora va a hacer un año desde que
nos dejó y al cual le mando un emotivo abrazo desde Algarrobo, hasta
el cielo, de parte de todos los Algarrobeños.
Conforme
fueron pasando los días de Julio, se me iban ocurriendo ideas, para
hacer algo que quedara bonito, que fuese diferente, algo que os
hiciera reíros conmigo y hasta de mí... ¿Por qué no? Algo que os
hiciera recobrar los recuerdos guardados en los cajones de vuestra
memoria, algo que os llenara de emociones y sentimientos.
Y
volví a decirme… «¡vamos
Rafa!»
, y me acordé de Rafa Nadal, el tenista, y me impregné de su fuerza
y coraje. Total, ¿qué podía pasarme? ¿Que me silbárais por que
nos os gustara? Seguro que a nadie se le ocurriría venir con tomates
para tirármelos... Así que por esa parte me quedaba más tranquilo.
¿Pero
cómo debería plantear mi pregón? «Pues
muy fácil»,
me dije, «tengo
que ser yo mismo, contar las cosas de forma sencilla para que la
gente me comprenda, ser divertido, para que la gente se divierta».
Y
como habéis escuchado en la canción de las fotos, tenía que hacer
un pregón, Sólo
para ti,
para vosotros… «Directo
al corazón… Si supierais cuanto pintáis en mi vida, no tendríais
más salida que vivirla junto a mí. Sólo para ti… Directo al
corazón».
Cuando
conté en mi casa lo que había pensado hacer para el pregón, me
dijeron: «tú
estás loco, vas a hacer el ridículo, se van a reír de ti».
Después me sonrieron y apostillaron: «¡adelante!,
tienes nuestro apoyo, tú todo lo que haces por tu pueblo te sale
bien porque le pones el alma».
Y
pensando en el ridículo, en los prejuicios, en la vergüenza, me
dije: «la
feria es para divertirse, para pasárselo bien, para olvidarse de los
problemas cotidianos, para arrinconar los complejos»,
y me acordé del grupo de amigos de Amparito Melgares, de Sebastián
El
Comino,
de Isabel y de Pepe Florencio, y de toda su peña, que son la alegría
de todas nuestras fiestas, por que los viejos rockeros nunca mueren.
Porque ellos plasman el sentir de una Feria. Porque, cuando yo sea
grande, quiero ser como ellos y disfrutar, y hacer disfrutar de esos
buenos momentos que a veces nos regala la vida. Y uno de ellos… ¡es
nuestra feria!
Como
habéis visto he empezado de una forma diferente, parodiando a un
gran genio de la escena, de la comedia y la tragedia, de la alegría
y la tristeza: el gran Charles Chaplin, Charlot.
Nadie
como él supo expresar con sus gestos: la soledad, la ternura, las
alegrías o las penas. Porque para mí –y
seguramente también para vosotros–
la Feria significa recuerdos y vivencias, emociones con alegrías y
emociones con tristezas.
Pero
hoy estamos aquí para olvidar nuestros pesares, los malos momentos.
Así que, ¡vamos Algarrobo… Que viva la Feria!
¿Y
quién no recuerda su infancia en la feria? Poder quebrar un botio
bajo el ¡Uy! de la gente… ¡Uy, uy, uy… ! y plas, el botio
hecho añicos. Y aunque el premio fuera un rollo de papel higiénico
y tres caramelos, ese niño ya se había sentido protagonista de esa
tarde de feria.
Me
viene a la memoria un bonito recuerdo lleno de ternura y melancolía.
Los mayores como yo seguro que también lo recordareis… Es algo que
se me quedó grabado en la memoria. Se trata de cuando el primer día
de feria venía la Banda de Música para acompañar el desfile de
gigantes y cabezudos.
Siempre
el primero y detrás de la banda, iba Bastianico el Pavo. ¿Lo
recordáis? Bañado en lágrimas, llorando de emoción tras los
acordes de un pasodoble o del himno de España.
Yo,
que era un niño, lo miraba sorprendido y también me ponía a hacer
pucheros.
Hoy,
con todo mi cariño, recuerdo a Bastianico, que para mí representaba
la ilusión y la emoción que se siente cuando retumban los cohetes,
se encienden todos los cacharros y se ilumina la feria.
Habéis
podido ver antes, en estas fotos que os he mostrado, que las ferias
están hechas por personas, que con el tiempo pasan a formar parte de
nuestra historia y de nuestras vidas.
Porque
la feria se hace para el disfrute, para el reencuentro, para
conservar tradiciones que perduran a lo largo del tiempo, y que van
formando como piezas de un puzle la historia de cualquier pueblo, en
este caso de Algarrobo… Nuestro pueblo.
¡Qué
fotos… ! ¿A que os han traído algunos recuerdos? ¿A que algunos
habéis sentido un nudo en la garganta y hasta puede que a alguien se
le haya escapado una lagrima?
¡Ay,
madre mía! Cómo me vienen al recuerdo mis primeras ferias en la
carretera y la caseta oficial frente al mercado, donde ahora está el
Centro de Salud...
¿A
que las ferias os traen olores y sabores? A mí estas primeras ferias
me traen el olor a tierra regada, a los pinchitos morunos hechos al
carbón, a los turrones, a los papelicos de ferias mojados por un
inesperado chaparrón de verano. A las gambillas cocidas y al chivo
en salsa en el bar de Manolo Hilaria o de Angelito Lupiañez.
Y
esos paseos por la carretera, hasta la curva de la muerte y hasta el
cortijo de la Justa, bajo la oscuridad del cielo y el sonido de los
pasodobles y de los boleros…
¿Quién
no tonteó o se enamoró en una feria? ¿Quién no le robó un beso a
su novia en un malecón de la carretera y como respuesta recibió un
guantazo o un pellizco retorcido, de esos que dejan huella, en forma
de cardenal o moratón?
Y
recuerdo a nuestros emigrantes. Mi padre uno de ellos, que regresaban
y aún lo hacen, para disfrutar con sus familias de la tan ansiada
feria. Oseíco
el Largo,
¡el Calandria!, es el ejemplo vivo de cuánto quiere uno a su pueblo
y cuánto se echa de menos, estando lejos.
¡Oseíco…
vecino, vente pa
España picha, que aquí trabajo no tenemos, pero como se vive en tu
pueblo no se vive en ningún laod del mundo entero!
Pero
la feria, como la vida misma, fue evolucionando: se perdieron las
barquillas, los volaores,
el balancín en la puerta del Chato, las cunas de Manue…
También se nos fue Manue.
Seguro
que ahora fabrica norias en el cielo y pasea gratis a los niños.
Recuerdo
esos globos de aire caliente que se perdían por los cielos de la
Colá , el Romeral o de Benthomiz, y que los niños seguíamos por
todos los montes del pueblo para quedarnos con ese preciado trofeo.
También
me llega a la memoria la cucaña, ese palo de la luz embadurnado de
jabón de aceite, en el que se ponía, ¡en lo más alto! una
canasta, con una gallina, una bota de vino y dos panes redondos, y un
queso, o últimamente un jamón… Todo un tesoro en aquellos
tiempos.
Los
mozuelos más atrevidos y atléticos trataban de trepar por el palo,
pero con el jabón se resbalaban y a volver a intentarlo. Algunos se
dejaban sus partes intimas, listos para hacer una tortilla francesa.
Recuerdo
ser el último miembro de una junta de festejos que organizó una
cucaña. Hará ahora, por lo menos veintiocho años... Mi mujer se
tiró toda una mañana haciendo líquido el jabón, y Antonio el
Zarlotón
fue el encargado de untarlo en el palo.
¿Y
sabéis quién fue el campeón que se llevo el jamón? Otro que se
nos fue antes de tiempo. Raimundo el Trompo, el Rai
para los amigos… ¿Y sabéis con quién lo compartió? Con su
agüelo,
porque entre ellos se llamaban así, agüelos,
con otro que desgraciadamente se nos fue de una forma precipitada y
sin darnos tiempo a despedirnos siquiera: Pepe Luis, el Rubio,
mi quinto.
Pero
ya está bien de tristezas, ¡cojones! Pues siempre los tendremos en
nuestros corazones. Que estamos en feria, y la feria es alegría.
Y
la alegría suele venir acompañada de música. Cada año para la
feria, se estrenaban las canciones del verano, que sonaban en todos
los cacharros y todas las casetas…
Y
para muestra un botón….¡Que suene la música, maestro… ! (Suena
un remix de Georgie Dann).
Ojú,
¡qué calor que me ha entrado… ! Seguramente todos tenéis y
tenemos una canción, escuchada en una feria, que aún recordáis por
algún motivo muy especial.
Yo
la tengo, y aunque forma parte de mi vida privada, hoy quiero
compartirla con todos ustedes: era el año 1981. Tenía veinte años.
Era domingo de madrugada, ya casi despuntando el alba. Tenía novia.
estábamos sentados en un malecón de la carretera por encima del bar
del Chiate, para que os situéis, pero el bar todavía no existía.
A
la semana siguiente me marchaba a hacer la mili, al País Vasco.
Abandonaba por primera vez mi pueblo y sobre todo a mi novia.
El
cielo estaba plagado de estrellas. De pronto, comenzó a llegar desde
la caseta oficial la melodía de una sevillana que decía:
Si
me enamoro algún día,
me
desenamoraré,
para
tener la alegría
de
enamorarme otra vez.
Cuando
más te quería
me
dijiste adiós…
Los
dos nos miramos y nos abrazamos y empezamos a llorar como dos
desconsolados.
Luego
le dije: «te
prometo que volveré y serás mi mujer».
Dos
años más tarde, un 18 de Agosto, sábado, segundo día de feria, a
las 5 de la tarde y con más de 30 grados de temperatura, nos
casamos… Uno que es un caballero y siempre cumple con su palabra...
¡Qué bonitos recuerdos!
Y
pasaba el tiempo, y cambiaba la feria. Llegaron los coches de choques
y las actuaciones buenas: Emilio José, Mª José Santiago, Ecos del
Rocío, Medina Azahara, Manolo Escobar o los Pecos. Pero yo seguía
sintiendo olores de feria: a esos pollos asados con sus pimientos
fritos, en el quiosco de Antonio el Reondo
y esos churros enganchaos con un junco del río que aún siguen
haciendo tan exquisitos y buenos la familia del Torrox.
¿Y
quién en la madrugada no fue al Eromo
o a Carmelica
Lupiañez, a comprar un pan recién hecho, calentito, achicharrando,
de esos que tenían jeta, y con un puñao
de chumbos fresquitos, uvas recién cortadas y un buen aceite de
oliva, desayunó como un rey en la puerta de María la Caseta
o en cualquier rincón de la carretera?
Hablando
de tanto comer, ¡qué hambre me está entrado… ! Cojones, a ver si
me aligero y ya voy terminando. Pero antes me gustaría pedirle a
todos los miembros de la Junta de Festejos que me hagan el favor de
ir subiendo al escenario, sin formar mucho escándalo, que tengo que
seguir pregonando.
Ya
más cerca en el tiempo, la Caseta Oficial pasó al colegio y casi
todos los cacharros de feria pasaron al Parque de la Escalerilla. La
carretera ya no es ese lugar de paseo, de jarana, de ruidos, de
música estridente y del reencuentro de viejos amigos, de paisanos o
forasteros… En la carretera ahora pasan coches, muchos coches y más
coches.
Es
la evolución del tiempo y nos tenemos que adaptar, antes se bailaba
sólo de noche y más agarrados que sueltos. Antes, con un pasodoble
o un bolero se llenaba la pista. Ahora con una canción moderna se
dispara el desenfreno.
Y
llegó la feria de día, con la espuma, con las casetas, con el
platito de arroz y los mojitos del Carola, con su olorosa
hierbabuena.
Bueno,
como ya estáis aquí, os pediría que os colocárais mirando para
este maravilloso público.
Me
gustaría homenajear públicamente a los miembros de esta Junta de
Festejos, que además de ésta llevan organizando muchas Ferias.
Ellos representan hoy a todas las personas que han estado alguna vez
en una Junta de Festejos, durante los setenta años de historia que
hoy cumple nuestra Feria. Asimismo, les quiero dar las gracias por
haberme hecho la putada
de ser hoy un humilde pregonero. Por eso, les tengo preparada una
pequeña sorpresa… Y espero su colaboración y la de todos ustedes.
¡Música, maestro! (Suena el Chuchuguá).
Gracias,
y ya voy terminando… Pero que caló,
que caló,
que caló
que tengo, pero estoy contento, me siento dichoso, me siento profeta
en mi tierra, ou
qué bien me siento, me siento como un superhéroe. Pero tengo calor
y me pica to
el cuerpo. Hoy me habéis dado fuerzas para seguir luchando por mi
pueblo: romperé las cadenas y las arrojaré al suelo para defender a
mi gente, a mi pueblo… a los algarrobeños y algarrobeñas.
Continúo y me sigue picando to
el cuerpo y tengo ganas de volar… ¡Pero si no me he tomado ningún
RedBull…!
Gracias
Algarrobo… Os quiero. Os quiero.
En Algarrobo, a 1 de
Agosto de 2013.