Prefería guardar los sobrecitos de azúcar
disimuladamente en su bolso.
Prefería saborear el café amargo
y el té de limón siempre se lo tomaba helado.
Sus gafas de sol ocultaban unos ojos
que no podían mentir.
La sonrisa fingía ser y estar
en el lugar donde jamás volvería.
Odiaba las fotografías.
El tiempo congelado en hojas de papel
que romperá en dos mitades
cuando la desidia sobrevuele su cabeza.
Pero por las calles siempre buscaba
los grupos de turistas y las parejas
que, enamoradas, se besaban
con el atardecer de fondo.
Se convertía en la chica que
salía siempre en las fotos ajenas,
una actriz de guión aprendido
y sonrisa de anuncio.
Su melena pelirroja relucía.
El flash hacía volar su imaginación.
Y entonces se transformaba
y volaba.
Y se hacía canción y poema.
Y sobrevivía a base de tinta y papel satinado.
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