Tras dos meses, volvía a mi vida de siempre. La libertad me fue arrebatada un día de febrero en que salía de un larguísimo día de clases. No tuve miedo, no grité. No quería que me hicieran daño, aunque tampoco quería seguir viviendo.
Al amanecer del nuevo día, me despertaron unos aullidos que parecían provenir de al lado de donde me encontraba, aún en penumbra, aún desconocido para mí. Al entrar los primeros rayos de sol por el ventanuco de mi celda, contemplé horrorizada los cuerpos inertes de personas que, como yo, fueron encerradas sin motivos aparentes.
El olor nauseabundo lo inundaba todo, y era difícil aguantar el vómito. Ello, unido a que no había comido nada desde que desayunara el día anterior, hacía que todo a mi alrededor se tambalease entre las sombras difusas y la realidad.
Día tras día, con sólo un bocado que echarse a la boca, y sin nada que hacer, reflexioné mucho sobre el sentido de la vida, que no es más que vivir. Vivir disfrutando, pero también reflexionando, haciendo que todo lo que hagamos tenga una razón de ser.
Llegué a esta conclusión al sexto día de mi encierro, y cuando pensaba que era una pena no poder vivir, me soltaron las cadenas, me quitaron las vendas, y me dieron un corazón para gastarlo a lo largo de la vida.
1 aleteos de polillas:
Jejeje, sí, en realidad Cube es una metáfora de nuestra vida actual, como la Cabina, también, bueno, supongo que hay muchos más ejemplos.
No somos más que átomos empujados uno contra otros, esa es la mentalidad mecanicista que nos mueve. Y no sólo a Occidente.
En fin, que para ser como un pájaro antes hay que aprender a volar, cosa que a un pájaro no le hace falta.
Besitos.
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