La polilla no tiene la belleza de la mariposa.
Sin embargo, la vida le ha hecho más fuerte.

Pompeii


Cuando echamos la vista atrás todo había cambiado: los casquillos del tejado lleno de piedras habían sido recogidos y arrojados a la pira en la que también ardían etéreos recuerdos. Otras manos artesanas habían moldeado los cuerpos, dejando una rendija por la que volver a llenarlos de sueños. Los lagrimales enrojecidos de la rabia y el fuego volvieron a sus tonos pastel.

Y ellos no se dieron cuenta. No eran conscientes del proceso. El mundo giraba y se desmoronaba sin frenos. Sin noticias de Gurb.

Pronto la vida y la muerte los unieron de nuevo. Compartieron desvelos. Lloraron bajito, fundieron su duelo. La noche llegó y se separaron en silencio. No se dijeron "adiós".

El dulce recorrer de tu lengua


Tú tan tranquilo y yo tan deseosa
de que recorras con tu lengua cada uno de los huecos de mi cuerpo.

Enseñar



«La religión es el opio del pueblo», pensaba mientras veía a aquellos barrigudos disfrutar de sus puros habanos. Los adolescentes no prestaban atención a lo que se decía en el vídeo: a ellos no les importaba el año en que se conformó la cofradía. Ella no les culpaba, ya que el vídeo era soporífero, pero le molestaba que todos estuvieran tecleando con estruendo de elefantes sus móviles de última generación. «El respeto no debe perderse», pensaba mientras chistaba en dirección a las dos rubias de la última fila. Aquellos alumnos habían crecido demasiado desde que los conociera el primer curso, algunos incluso le sacaban una cabeza.

Algunas actividades extraescolares la volvían loca, completamente desquiciada. Los niños ya de por sí pasotas, andaban revolucionados por la llegada de la primavera. Ella también estaba un poco nerviosa. A la vuelta, sentada al lado del pobre Alejandro, contaba los días que quedaban hasta el viernes. ¡Aún era martes! El sol pegaba de lleno en el cristal tintado del autobús, pero cualquiera se quitaba la chaqueta, «¡con lo salidos que van estos críos!». Se le cerraban los ojos...

¡Frenazo! ¡Pitidos! El atasco diario en el mismo maldito punto. Odiaba salir de excursión. Ella, que de pequeña había querido ser bailarina, luego siguió su verdadera vocación. «Tú vales para eso», le dijo una de sus mejores amigas. Sí, tenía razón, ella vivía cada uno de los temas que daba, no importaba si era sintaxis, Literatura o Gramática. Les ponía corazón. Lo importante era enseñar. Pero qué difícil era enseñar a ser personas en este mundo tan egoísta.

El hombre


El hombre que cada mañana se afeita la barba, sin espejo, apenas mojando la brocha en la espuma. Las manos pasando a ras del rostro, buscando el pelo que volverá a salir más fuerte a medida que las horas pasan. Levanta el mentón y se coloca el cuello de la camisa. Abrocha los botones de abajo arriba. A la altura de la pechera, observa la forma de la mancha de aceite, que no se ha ido, aunque frotó con ganas. Mete la corbata, hecha un ovillo, en uno de los bolsillos del pantalón. Viste el traje de las fiestas y los entierros.

El camino de arena que conduce al pueblo está plagado de olivos. Hace años que no dan fruto. El hombre los conserva porque dan sombra. Al resto de vecinos, sólo consiguen sacarle muecas de tristeza.

En la plaza, se reúne con otros. Todos visten parecido: el mediodía se tiñe de negro. Las plañideras se colocan sus velos y las lágrimas desbordan las pupilas. Si no fuera por el fingir de éstas, nadie lloraría al finado. Nadie llora a los desconocidos, pero un cadáver, aunque sea uno encontrado en la cuneta, debe ser despedido católicamente.

El cura tiene prisa y las mujeres cuchichean en los primeros bancos. Los jóvenes hacen planes: bailarán agarrados a la caída de la tarde. Los viejos más solemnes carraspean, queriendo poner un poco de orden. La cordura, piensan, se perdió el día que entre todos mataron al desconocido.

En la caja de madera, el rostro lleno de moratones de un inocente quedará lampiño para el resto de sus días.

La clara roja oscuridad


Los destellos rojos de la cola del cometa cegaron los ojos tiernos de los hombres ilógicos. Los gritos ensordecieron a los que ponían voz a sus deseos: cuerpos envejecidos compuestos de piel reseca como troncos yermos atravesados por surcos profundos. En el caos de gritos y brazos al aire, la noche y el silencio fueron testigos del renacer de los verdaderos hombres. Los impulsivos se perdieron entre la maleza, cayendo por el precipicio. Los realistas fueron absorbidos por la náusea. El hombre niño, cubierta su piel de ceniza, se debatió entre pensamientos morales y éticos, acordando finalmente continuar su camino atendiendo a su conciencia. Dejó atrás los cuerpos de todos aquellos que no se habían parado a reflexionar e hizo oídos sordos hacia los que anteponían los instintos primitivos a la razón.

Cuando se cansó de analizar toda aquella nueva situación, se dirigió a la biblioteca y buscó los pesados volúmenes de Freud y Lacan.

Tarde de ingles


Tarde de domingo. Veíamos en la televisión un documental de la BBC sobre la vida nocturna de Londres y los destellos de los neones en Mayfair se reflejaban en los cristales de mis gafas. El olor del césped recién cortado entraba por el balcón abierto, que traía también el viento impertérrito del arroyo.

Tus manos jugaban con los mechones violáceos de mi pelo y los volantes de lunares de mi minifalda: no se decidían. Por dentro me desesperaba aquella indecisión, tal era el nivel de zozobra que nos consumía. La pantalla mostraba fotogramas de niños ricos tomando menús de 75 libras en Corrigan's, mientras viejecitos con flema tomaban el té en The Chesterfield.

"Play me!", te dije medio en susurro medio en grito. Nunca antes había suplicado una orden. Sonó tan raro, que sólo pudiste obedecer.

Qué dulce


Me guardo tu recuerdo
como el mejor secreto,
que dulce fue tenerte dentro.

Omphalos


A las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos.

Casualidades


Hay casualidades que te hacen pensar en espiral.

Kirjallisuus


La Literatura siempre supera a la realidad.
Los escritores mienten (mentimos).

Minä


«Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», decía Ortega y Gasset en sus Meditaciones del Quijote. Si mis circunstancias conforman mi ser... ¿Cómo carajo me salvo yo?

Es la primera vez que subo una foto mía al blog, supongo que será la última. Esta imagen refleja todo lo que soy: esas mil y una imperfecciones que me hacen ser yo, esa melancolía en los ojos, ese rímel corrido del final del día... Eso es lo que soy cuando me quedo en cueros y el alma florece. Una niña pequeña de las dudas infinitas, un mar adentro lleno de sirenas varadas... Podría seguir enumerando títulos de canciones, ya que me reflejo en ellas como en charcos de barro. Pero estoy cansada. Y, al contrario de lo que decía Cernuda, yo no me visto de plumas cuando me siento cansada. Pesan demasiado y me hacen pensar. Lo peor es cuando tirito y las plumas danzan: me hacen demasiadas cosquillas. Así que un día decidí despojarme también de ellas.

Si no fuera una cobarde valiente diría que necesito un abrazo, que necesito protección. Pero he vivido tanto tiempo bajo el ala calentita del miedo que no me da la gana de volver a volverme una dependiente. Sí, volver a volverme, porque no quiero repetir esquemas. Me da igual si para ello tengo que utilizar figuras retóricas o contradicciones. El mundo es eso al fin y al cabo: un bombón de excrementos cubierto por un bonito papel que lo cubre y que nos refleja mostrándonos en bucle lo mejor y lo peor de nosotros, distorsionados y perdidos en una sala de espejos del infinito.

Polilla dixit.

One day


Un día me iré, me iré de verdad.
No sé si me ves del todo capaz.

Ender's Game


"Cuando conozco a mi enemigo lo suficientemente bien como para derrotarle, le quiero. Y entonces, cuando le quiero, le destruyo."

Pastel oso


Suelo escribir historias tórridas, dramas... Desamor y mala suerte, como si estuviera resumiendo mi vida. Es lo que pasa cuando una ha sido una gótica tristona que pintaba sus días de negro y rojo burdeos. Hoy estoy en uno de esos días en los que si no fuera porque existe la música (la alegre, mi lista secreta de Spotify me he prohibido a mí misma escucharla hoy), posiblemente estaría bajo las mantas inundándolas con mis lágrimas. No es cuestión de hablar de la razón de éstas pero puede resumirse en una palabra: egoísmo. Y no el mío, ojo, que yo soy de todo menos egoísta.

La cuestión es que hay personas que te animan con unas pocas palabras. Yo creo que ni se lo proponen. Vamos, que no es que piensen: "voy a hacerla feliz". Lo hacen y punto.


Y esta entrada, con esa imagen de globos y el mensaje, va para ellos. Sí, para ti. Gracias por hacerme la vida más llevadera.
 
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