Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.
Blas de Otero.
Primero cogieron a los comunistas,
y yo no dije nada porque yo no era un comunista.
Luego se llevaron a los judíos,
y no dije nada porque yo no era un judío.
Luego vinieron por los obreros,
y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron por mí,
no quedaba nadie para protestar.
Bertolt Brecht.
Sé fuerte y generoso en este mundo,
el dolor más atroz, el más profundo,
lo llevan en el alma los que hieren.
Defiéndete si puedes, burla, esquiva,
pero si no te queda alternativa,
tú no mates, tu sé de los que mueren.
Laura Capmany.
Prisionera de un pánico invencible,
y aunque sé de la inutilidad de todo sueño,
desde esa cárcel torturante que es la vida,
pido la autonomía total del hombre
y el derecho a no justificar para nada
su existencia.
Clara Janés.
Mataos,
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.
Invadid con vuestro traqueteo los talleres, los navíos, las
universidades,
las oficinas espectrales donde tanta gente languidece.
Triturad toda rosa, hollad al noble pensativo.
Preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la
muerte...
Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas,
pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.
Asesinaos si así lo deseáis,
exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
que jamás asiréis un fusil de bravura.
asesinaos vosotros los inquisitoriales azuzadores de la matanza...
Pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
al campesino que nos suda la harina y el aceite,
al joven estudiante con su llave de oro,
al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo
y al hombre gris que coge los tranvías
con su gabán raído a las seis de la tarde.
Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos
y entre todos aspiran a vivir,
tan sólo esto.
Y de ellos ha de crecer,
si surge, una raza de hombres y mujeres con puñales de amor
inverosímil
hacia otras aventuras más hermosas.
Poema leído por José A. Labordeta en el Pleno del 5 de febrero de 2003 del
Congreso de los Diputados con motivo de la comparecencia de Aznar sobre la
posición del Gobierno ante el ataque a Irak.
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