No llores, se decía mientras envolvía en papel de periódico sus libros viejos. Pero no lo cumplía. No podía evitarlo. Las páginas eran como recuerdos: mientras las pasaba no veía palabras, ni alegres ni tristes, sólo un polvo mohoso que volaba hasta sus entrañas. No llores, les gritaban desde el fondo de la caja de cartón las fotografías seccionadas, partidas por la mitad, borrando la imagen que no borrará su subconsciente. No llores, y lloraba, mientras imaginaba la vida que pronto tendría que empezar sin él.
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