Gloria Fuertes.
Nosotros no conocemos el dolor. El horror de la incertidumbre de no saber qué será de tu vida mañana, unas horas después, unos minutos. No hemos oído el ensordecedor rugido de las bombas, ni hemos corrido calle abajo entre metralla y aceras encharcadas de sangre.
El hambre. Tener cuatro puñados de lentejas y nada de pan. Pasar de ser niño a soldado. Morir inocentemente, con el estómago vacío y la cabeza llena de balas.
Jamás nos hemos puesto delante de un arma cargada y una sonrisa jodida que nos apunta con ira. No hemos temido a la muerte arrebatada por unos sucios ojos que disfrutan robándole el alma al indefenso.
Nosotros no fuimos niños de la guerra. Al menos no de la civil. El mundo vive hoy su particular guerra encubierta. Y los medios nos la pintan como salvadora. Qué asco. Qué ganas de volver a ser niña, y jugar calle arriba entre los carros pesados, llegar a casa y comer lentejas, sonreír a la vida ingenuamente, sin nadie que intente manejar mi vida.
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