Recuerdo aquellas tardes de verano, las dos mecidas por las olas... Sinceridad enmascarada, vaga ilusión. Yo te miraba y no quería pensar que aquello, irremediablemente, tendría un final. Ya no hay rencor, ni pensamientos hacia ti. Sólo estas líneas enmarcadas en un texto voladizo. Voladizo como tu mirada avariciosa... Buscas otros rumbos, siempre provechosos para tu persona... Sigue volando...
Siempre me pedías ayuda, siempre a mí con los problemas. Mi mano, mi brazo, mi cuerpo entero te lo dí: eso era la amistad. ¿Era, en realidad, eso?
Ver cómo pasaban los días y no recibir llamada por tu parte. Ya te habías olvidado de mí. La distancia, los nuevos tiempos, los amores y los amigos... La novedad vence a la vieja amistad, que, previsiblemente, era tan falsa como el mar en calma de tus ojos negros.
Y los años han pasado. No te echo de menos. No se echa de menos a quien te hace daño.
Rocío Segovia 2007 ©
Recuerdo
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