El 20 de febrero de 1909 aparecía en las páginas del diario parisino Le Figaro un texto con once puntos, el primero de los cuales decía lo siguiente: "Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad".
Se trata del llamado Manifiesto futurista, ideado por el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti. El texto pondría las bases para la difusión de este movimiento de vanguardia, que buscaba la belleza en el movimiento frente a la inmovilidad pensativa de la literatura tradicional.
El Futurismo obtuvo una importante repercusión en la primera mitad del siglo XX, especialmente en Italia, donde pronto se unieron al movimiento artistas como los pintores Gino Severini, Giacomo Balla y Carlo Carrà, el escultor Umberto Boccioni, el arquitecto Antonio Sant'Ellia o el compositor Luigi Russolo.
Marinetti revolucionó la poesía al cambiar la disposición y plasticidad de los versos en las hojas de papel. Fueron las llamadas "palabras en libertad", en las que la concatenación de fonemas imprimía un nivel de abstracción al ritmo sonoro y visual de los versos.
Las tesis sintéticas y sintácticas de Marinetti también contribuyeron de manera indirecta a una ruptura tipográfica en el campo editorial y publicitario: identificó las letras con los tipos gráficos y el papel con el lienzo para crear una poesía plástica.
"Destrucción de la sintaxis"
El poeta bautizó como "destrucción de la sintaxis" esta "revolución tipográfica y variedad multicolor de las letras", con las que buscaba "redoblar la fuerza expresiva de las palabras".
Marinetti ejerció de mecenas de los pintores italianos futuristas, ya que el poeta, además de autoproclamarse la "cafeína de Europa", era empresario.
Su nueva manera de entender el tiempo y el mundo contagió a pintores coetáneos y compatriotas quienes, tras adherirse al manifiesto de 1910, honraron con sus pinceles la velocidad a través de la suma de planos para representar una acción en un lienzo.
Fuera de Italia y Francia, el futurismo dejó una fuerte impronta en la Rusia literaria y artística de principios del siglo XX, donde fue abanderado por los poetas Vladimir Maiakovski y Velimir Jlébnikov con su manifiesto "Bofetada al gusto público" (1912).
Jlébnikov fue, a su vez, el precursor de lo que en lengua rusa se denominó "zaum" (o poesía transmental), "acciones sonoras" en las que prima la belleza del significante en detrimento del significado.
A nivel pictórico, las exposiciones más relevantes de la época fueron: "Los Pintores Futuristas Italianos" (1912, París) y "La Última Exposición de Pintura Futurista" (1915, Petrogrado).
El francés Guillaume Apollinaire, ligado al cubismo y renovador también de la poesía de vanguardia con su obra "Caligramas" (1918), habló de "debilidad" de la pintura en una crítica de la muestra de 1912 publicada en "L'Intransigeant".
Relación con el fascismo
Pero hablar del futurismo y de Marinetti es también mencionar la sombra que planea sobre ellos, la de su relación con el régimen de Mussolini como la obra "Futurismo y fascismo" (1924) y también del entusiasmo del poeta por la guerra.
El fundador del Futurismo calificó la guerra de "higiene del mundo" y elevó sus sonidos cacofónicos a poesía en la antesala de la I Guerra Mundial: "tara-tatatata" "traak-traak" o "pic-pac-pum-tumb".
La importancia posterior del Futurismo hay que evaluarla, sobre todo, por su capacidad para crear una estética desde cero, facilitando la renovación de los principios artísticos en la primera mitad del siglo XX. Al tratarse del primero de los "ismos" o vanguardias artísticas, allanó el camino al resto de las corrientes que se sucederían durante este período.
Fuente: RTVE
1 aleteos de polillas:
Me interesa el futuro porque es ahí donde voy a pasar el resto de mi vida
Woody Allen.
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