A la vuelta, a eso de las cuatro de la madrugada, en la pantalla del móvil aparecían tres mensajitos. Mi amiga Elena me decía que los amigos son como los radares, que aunque no los veas, están ahí. Los otros dos eran de mi hermana: Feliz Navidad, decía, nosotros aún estamos en casa... Ha llovido, ha caído granizo, se fue la luz a las siete... El otro mensaje, decía, para mi sorpresa, que iban camino de la cena de Nochebuena, ya cerca de las diez, la luz aún seguía ida, y a lado y lado de la carretera había un manto blanco de granizo. En ese momento me dio una envidia terrible no haber estado allí. Pero, por la mañana, las noticias me hicieron conocer la realidad de la tan bonita nevada.
El granizo ha arruinado a centenares de familias. Entre el 80 y el 90 % de los cultivos se han ido completamente al traste. Y no estamos hablando de grandes terratenientes, no. Hablamos de pequeñas plantaciones familiares. El sueldo de medio año. Los invernaderos se han caido como si de papel de fumar se tratasen. Reducidos a un montón de plástico y metal. Igual que el corazón de todos los algarrobeños.
Mientras yo comía marisco y pavo, mi familia y todos los algarrobeños tenían que comerse la cena de Nochebuena a la luz de las velas, sin poder calentar ni la comida, ni a ellos mismos con la calefacción. Mientras yo abría regalos, ya a la luz del día, cientos de personas iban a ver los daños causados por el granizo.
En su momento, la nieve me produjo la misma reacción que a las personas que grabaron este video... Lástima que luego se viese la cruda realidad.
Un triste saludo.