Continuamente ocupas mi pensamiento
y, sin embargo, siento mi albedrío.
Respetas mi libertad sabiendo
que es una isla cuyas orillas
siempre estarán dispuestas a acunarte.
Porque tú también formas parte
de ese oleaje calmo que va y viene,
que se atempera a fuerza de caricias.
"Para que nada nos separe,
que nada nos una", decía Neruda.
Pero tus dedos comienzan a enraizar
en lo más hondo de mi cuerpo,
el cual creía baldío
a estas alturas de la vida.
La fuerza hercúlea de éstas,
lentamente, devuelve mis huesos
a sus primigenias posiciones,
ahuecando, con la mayor de las sensibilidades,
el terreno que ocupará nuestro amor.
"Para que nada nos separe,
que nada nos una", decía Neruda.
Pero tus dedos comienzan a enraizar
en lo más hondo de mi cuerpo,
el cual creía baldío
a estas alturas de la vida.
La fuerza hercúlea de éstas,
lentamente, devuelve mis huesos
a sus primigenias posiciones,
ahuecando, con la mayor de las sensibilidades,
el terreno que ocupará nuestro amor.