Estrella contaba las primaveras sin él: demasiados cambios de estaciones se sucedieron desde que tallaron sus iniciales en el arce del amor.
Árbol que fue testigo mudo de su promesa, y luego vio caer sus hojas rosáceas mientras la chica lloraba sentada en su base.
No le contó jamás a nadie aquella historia en la que dos jóvenes se enamoraron mientras alimentaban a las palomas y los niños correteaban sin cesar entre setos, eucaliptos arco iris y bonsáis.
Abril, sin embargo, volvió a florecer, y el color arreboló las mejillas de Estrella.
Era una ilusión desconocida, pero sentía que, después de mucho tiempo, le apetecía sonreír.
«Hace un día genial para pasear por la playa, hoy que sus aguas están en calma como mi corazón», pensó.
Mar verdoso en el que luego se bañó, sintiendo las gotas punzantes de espuma y sal.
Rocío que multiplicaba como un caleidoscopio las pecas de su espalda.
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