No podía aguantarme más, y la besé. Sentí sus labios fríos en los míos pero también en mi alma empezó a abrasarme un deseo que no podía quedarse sólo en un simple pensamiento.
Nos mirábamos y no hacían falta palabras. Aunque podía adivinar lo que pensaba: "te he deseado durante tanto tiempo, y ahora, por fín, eres mía".
Durante un segundo, mi mente estalló. Sin más, sin mediar palabra, caímos en la locura y el frenesí de dos personas que durante tanto tiempo se había deseado, sin demostrarlo. En estos minutos, todo se detuvo, excepto nuestras manos y cuerpos. Éramos una. Un solo cuerpo, con dos lenguas y cuatro manos. Todo lo que pasó lo recordaré siempre.
La ropa cayó en un baile frenético de desmedidos movimientos. Ahora estábamos desnudas. Ahora no había forma de ocultar esa verdad tan obvia que se escondía entre las piernas. Éramos dos mujeres con una pasión acumulada. Y ese era el momento de echarla fuera.
Como en un exorcismo, bailamos toda la noche alrededor de nuestras caderas, y al llegar el alba el beso volvió a ser frío. Nunca más volveré a bailar agarrada, pero este dulce recuerdo siempre me acompañará en las noches heladas.
Si hacéis click en la imagen, podréis ver el último videoclip de La Media Luna.
Un saludo.
Rocío Segovia.
2 aleteos de polillas:
Me gusta tu blog :) Me encanta también la combinación de música y literatura... pero a mí se me va la olla, jaja!!!
Los besos encontrados en el pensamiento susurran a los reales el viento de su pasión.
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