La polilla no tiene la belleza de la mariposa.
Sin embargo, la vida le ha hecho más fuerte.

Isla


Continuamente ocupas mi pensamiento
y, sin embargo, siento mi albedrío.
Respetas mi libertad sabiendo
que es una isla cuyas orillas
siempre estarán dispuestas a acunarte.
Porque tú también formas parte
de ese oleaje calmo que va y viene,
que se atempera a fuerza de caricias.
"Para que nada nos separe,
que nada nos una", decía Neruda.
Pero tus dedos comienzan a enraizar
en lo más hondo de mi cuerpo,
el cual creía baldío
a estas alturas de la vida.
La fuerza hercúlea de éstas,
lentamente, devuelve mis huesos
a sus primigenias posiciones,
ahuecando, con la mayor de las sensibilidades,
el terreno que ocupará nuestro amor.

Hastío


Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.

Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tictac acompasado
odiosamente golpea.

Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.

Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado...
¡Qué largamente ha llorado
toda la fronda marchita!

Antonio Machado

El poder de la palabra


Tengo tanto miedo a expresar
en voz alta lo que siento que,
cada vez que lo intento, 
mi garganta se quiebra de dolor.
Se desespera mi razón y
entra en conflicto con los deseos del alma.

Una vez, hace ya mucho tiempo,
gritaba sin pudor mis sentimientos,
cuando se me desbordaban.
Pero la vida -puta, cobarde y traicionera-
me jugó tal broma pesada que,
aún hoy, me cuesta creer en las cosas,
mirar a las personas desde la confianza.

Del amor al odio hay un paso...
Un salto al infierno. Y te quedas
en añicos: piel y saliva derramadas,
millones de "te amos" quemándose en la desdicha.

El que ahora te cura las heridas,
lo hace desde la paciencia del que sabe que,
algún día, la valentía volverá a este cuerpo
yermo tuyo que ahora le pertenece.
Fuerzas para amarlo con palabras, escritas y gritadas,
ampliamente susurradas en las noches de ginebra y besos.

Gracias.

Placer


Susurrarte un te quiero mientras duermes.
Acariciarte la espalda y bajar.
Tus manos en mis piernas, subiendo.

Esa sonrisa tonta que nos sale, así, por la cara.
Los brindis, siempre iguales: ¡por nosotros!
Despertar a tu lado de la siesta del domingo.

¿Para qué queremos más,
si la vida nos regala
estos pequeños placeres?
 
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